Welgaia Team

La Tierra de las Mil Lunas...

El Pozo Oscuro 03



Capítulo III: Camino de Nueces y Chocolate

-¡Veo luz, veo luz!

Casi me iba de espaldas por la emoción y no era para menos. Habíamos pasado varios días e interminables noches que se hicieron semanas enteras compartiendo sinsabores, tristezas y tragos amargos. El túnel en donde nos hallábamos atrapados era difícil que entrase siquiera un poco de los rayos del sol. Casi siempre en nuestras cabezas gobernaban las tinieblas.

-Golondrina, te vas a caer.- Me advirtió el Dragón un poco tarde pues los grises ladrillos estaban húmedos, muy lisos y por la exclamación que solté, así por la debilidad que aún resentían mis alas, resbalé y caí al vacío.

-¡Ay!

¡Pum! Se escuchó muy quedo. Abrí lentamente los ojos y me los froté. Me levanté y comprobé con mis pequeñas patas que había aterrizado sobre la barriga del Dragón. Con razón no sentí dolor cuando choqué con algo suave.

-¡Gracias Dragón! -Fui dando de brinquitos sobre el vientre plateado. -Si no hubiese sido por ti me hubiera convertido en puré de pollo.

-O de humano. -Dijo el Dragón, algo divertido. -Menos mal que estabas en tu forma de Golondrina que si no…

Reí por el comentario de mi compañero. Era verdad que también estaba de mejor humor que en días pasados. El escucharle con más ánimo me hizo sentirme también un poco más fuerte. Era también que las heridas continuaban haciendo mella en nuestros cuerpos y su interior, pero su risa me parecía que un viento agradable refrescaba todo de mí.

-Quisiera intentar subir de nuevo. -Comenté batiendo las alas con cuidado. El Dragón movió la cabeza inquisitivamente.

-¿Tan tenaz eres? Llevas días intentándolo…

-Un poquito solamente, sí. -Volví a sonreír. -Oye, que no quiero que la tripa más chica se coma a la más grande. Ya me acabé las semillas que traía conmigo. -Palmeé mi estómago que estaba rugiendo como si tuviese una manada de leones hambrientos dentro. -No sé tú pero yo tengo mucha hambre, más grande que de lo que mido. Imagino que la tuya ha de ser monumental por más dragón que seas y hayas aguantado tanto tiempo sin probar bocado.

El Dragón soltó una pequeña carcajada y entornó sus ojos.

-Sí, tal vez tenga algo.

-Uhm. Si salgo prometo traerte algo. Algunas bayas, hierbas, frutos secos… -Al decir esto, él comenzó a reírse con más estruendo.

-Esa dieta es un poco difícil de llevar por seres como yo.

-Ah pues… yo no sé qué coman los de tu clase. -Volví a dar otros saltitos y me posé sobre su frente ladeando mi cabecita con interrogantes. -¿No te gustan las hierbas?

-No soy conejo.

-¡Oye! –Fruncí el ceño algo sentida y crucé mis alas sobre mi pinto pecho.

-Perdona, perdona. -Me enseñó toda la hilera de sus dientes en una mueca de sonrisa y disculpa. -No quise ofenderte, solamente que no estoy acostumbrado a comer esa clase de… alimento. Soy más carnívoro que los mismos felinos. -Al decir lo último vislumbré una sombra de tristeza fugaz que pasó por sus pupilas.

-No tiene nada de malo. -Dije dándole de toquecitos con mi pico para animarlo. Ya me daba cuenta cuando él se ponía melancólico y yo no quería verle así. Me gustaba más verle sonreír. -Mira, yo no soy tan grande ni tan fuerte para traerte un rebaño de ovejas o un lechón porque no puedo con él, pero si te traigo algunas frutas y verduras…  ¿prometes comerlas aunque sea un poquito? Debes ponerte fuerte para salir de aquí.

Él volteó a mirarme y haciendo un esfuerzo, me contestó un poco más alegre, asintiendo.

-Te prometo que si caes, yo estaré aquí para levantarte.

Sonreí. Me sentí muy contenta, mucho, como nunca me había sentido antes pues sus palabras destilaban sinceridad y eso desde hace mucho me hacía falta.

-Bueno, entonces ayúdame de nuevo por favor. -Abaniqué mi cola y miré hacia arriba, intentando calcular como podría alcanzar la boca del pozo.

El Dragón intentó incorporarse mientras yo me posaba entre sus fosas nasales. Sentía su respiración, un aire calientito que salía de su interior. Cuando noté que ya no podía levantarse más por el dolor de sus cortes en el pecho y su espalda -en donde tenía claramente la marca de la empuñadura de una daga- Di unos brincos para poder impulsarme hacía arriba.

Hicimos varios intentos, de las cuales la mayoría de las veces volvía a irme de bruces al fondo del pozo, pero siempre el Dragón de Xián amortiguaba mi caída. A veces quise darme por vencida, sin embargo al ver que Él me ayudaba soportando su gran dolor, me di cuenta que lo que quería hacer no era solo por mí, sino por él… por los dos.

Estaba exhausta pero continúe, tenía que luchar… fue entonces que en una de esas pude brincar más alto y antes de volver a caer en picado batí mis alas oscuras y fui alcanzando altura. Poco a poquito, a veces yéndome de lado, a veces chocando con las circulares paredes, logré ir subiendo.

-Tú puedes, Golondrina. Puedes volar. -Escuché a mi amigo animarme. Eso me inyectó más energía sin darle importancia al ardor que sentía en mi garganta. Igual debo confesar que tenía mucho miedo en salir de ahí porque el zorro estaba en alguna parte… ahí afuera… en el exterior, igual mi padre el Buitre que estaría, tal vez buscándome para darme el castigo de mi vida... Pero la voz del Dragón por un momento me hizo vencer ese miedo.

“Yo puedo, yo puedo” Me dije a mi misma a la par de lo que me decía el Dragón. “Además hice una promesa, ¡tengo que poder!”

Dejé mi figura de Golondrina y me quedé como una simple muchacha semidesnuda. Divisé el cielo y supuse que el atardecer estaba ya cayendo. Una brisa fría me congeló hasta los huesos. Pronto se haría noche y los animales carroñeros estarían acechando el sitio. Debía darme prisa.

Encontré, muy cerca a la boca del pozo, una bolsa verde tejida que me había dado mi madre la Paloma como regalo de cumpleaños y que traía conmigo antes de que el Zorro me hiciera trizas… Suspiré con fuerza e intenté contener la tristeza, apreté los puños y aspiré el aroma de las pocas flores que crecían entre las matas de hierba bruta. Inmediatamente la recogí, la sacudí para quitarle la tierra y busqué dentro de ella. Solté un murmullo entre agradecimiento y decepción. Dentro quedaba un vestido blanco con polvo, una cantimplora vacía y dos barras de chocolate dentro de su envoltura. Con eso no apagaría nuestra hambre, así que, después de ponerme el vestido, me dediqué a explorar tratando de ir no muy lejos para no perderme en esas tierras extrañas y que tontamente fui a explorar sin compañía de nadie, solo del zorro traicionero…

“Pero… en estas tierras pude encontrarme y conocer mejor al Dragón.” Me dije, animándome, pensando que siempre detrás de la oscuridad hay una perlita de luz. Un por qué a ese dolor tan desgarrador.

El camino está repleto de piedras y seca tierra por lo que me hice otros cortes nuevos en mis pies, pero poco me importó. Me encontré con un árbol repleto de nueces. Busqué si no había ardillas por el sitio pues me parecía que si las tomaba sin permiso dejaría a las pobres sin poder comer. Estaba hambrienta pero no podía hacer esa acción tan vil. Al no encontrar ningún rastro, comencé a acopiar los frutos secos, contenta e intentando tararear alguna canción. Pocas notas salieron de mí.

“Poquito a poquito. El Dragón me dijo que si practicaba y dejaba sanar bien mis heridas, podría volver a cantar.” Sonreí.

Pronto encontré también un arroyuelo del cual pude llenar mi cantimplora; junto a él varios colibríes revoloteaban sobre un ramaje lleno de flores coloridas y tupidas. Me acerqué a ellas, me saludaron con afecto y sin contar mucho notaron que no era de esas tierras, así igual que tenía rasguños recientes y mi rostro fatigado, sediento y lleno de hambruna. Uno de aquellos pajarillos, quien dijo ser el que protegía a los colibríes, se convirtió en un hombre anciano de cabello blancuzco y largas barbas, me obsequió su ración de néctar después se escuchar un poco de mis penas.

-Un poco de ayuda para una hermana de los vientos. -Dijo dándome también una porción generosa de moras dulces y señalándome donde podría encontrar más alimento. -Y más siendo alguien quien ha sobrevivido a la caída en el Pozo de la Traición. Somos pequeños pero entre nosotros, los hijos del aire siempre habrá hermandad y comprensión. Noto que aún te falta mucho por superar ese dolor que carcomió tu alma. Mucho de ese camino debes superarlo por ti misma, primero debes curarte, eliminar tu tristeza y rabia así como pasar otras pruebas y perdonar. Pero nunca olvides que no estás sola… -Dicho esto me abrazó mientras yo lloraba llena de gratitud pensando que ese señor tan amable me recordaba a mi amada abuela que tanto añoraba.

La extrañaba, igual echaba de menos a mi mamá Paloma y a mis hermanos. ¿Cómo estarían ellos? Tenía tantas ganas de abrazarles, de cobijarme entre sus cálidas plumas… es cierto que deseaba con tanto ahínco volver a mis tierras, pero el señor Colibrí tenía razón. Además, alguien estaba aguardándome, sufriendo lo mismo que yo…

Después de dar las gracias, me apresuré a seguir recolectando bayas y despidiéndome de los amables colibríes regresé al pozo cuando salía la primera estrella nocturna.
Cuando regresé al lugar donde hace tantas semanas el Zorro me lanzó, al querer bajar, una oleada de terror volvió a sacudirme. Mis pesadillas volvieron y recordé con nitidez como él se había deshecho de mí. A lo lejos escuché el ulular de los búhos y el aullido de los lobos… La oscuridad de ese pozo no me gustaba nada pero…tenía que volver. El Dragón me esperaba.

Me posé sobre la entrada, aleteé un poco y comencé a bajar, pero sin querer mi cuerpo se paralizó y me fui de pico. Por un momento las plumas de mis alas fallaron, tampoco el peso de la bolsa me ayudó. Quise asirme de las paredes pero si lo hacía de seguro estropearía lo que llevaba, igual no pude gritar. Apreté los párpados y levanté mis patitas. Rezaba por que el Dragón se percatara de mi presencia. Pasaron los segundos volando y yo seguía cayendo, cayendo. En eso escuché la voz de mi amigo el Dragón y entonces abrí muy bien mis ojos y pude ver una mano me atrapaba como si fuese una pelota de goma, pero fue con mucha sutileza… Espera…  ¿una mano? Volteé hacía arriba, muy extrañada intentando orientarme y buscando la garrafal figura de dragón que ya había memorizado. Pero para mi sorpresa no estaba Él, al menos como lo había conocido…

-¿Estás bien, Golondrina? -Me preguntó algo preocupado. No cabía duda que era el Dragón, pero aun así no salía de mi sorpresa. Lucía tan distinto pero no menos poderoso.

Ya no lo veía de ese tamaño tan descomunal, sino que lo miraba mucho más pequeño, muy diferente… lo vi como un humano. La poca luz de sol que daba me hizo poder vislumbrar un poco su cabello que era castaño, ondulado, bonito…la piel de su rostro era blanca y estaba tapizada por una abundante barba y un bigote que coronaba unos finos labios. Me costó trabajo enfocar sus ojos pues estos se encontraba ocultos detrás de unas gafas de oscura pasta pero lo poco que vi me parecieron penetrantes y llenos de misterio. Se veía en verdad tan erudito, pero a la vez tan dulce.

-¿Golondrina? -Me volvió a llamar mientras con su dedo índice se posaba sobre mi pico. Fue entonces cuando reaccioné y me puse de un brinco, algo avergonzada.

-Estoy bien. -Dije intentando ocultar mi sonrojo. No era tan difícil por el color de mi plumaje, al menos eso creía. -Gracias por salvarme de nuevo, Dragón.

-No tienes que agradecer. -Dijo con amabilidad mientras me ponía sobre el suelo y él se sentaba a mi lado. No veía bien cómo iba vestido, pero escuché el roce de telas que abrazaban su cuerpo. -Me reconociste…

-Eso es fácil. Tienes una voz peculiar y muy varonil. Me gusta. -Noté que sus mejillas se le ponían coloradas y miraba hacia otro lado. Entonces sentí de nuevo vergüenza. -Perdona, no quería ofenderte. A veces soy muy lengua larga y hablo de más.

-No, no me ofendiste, al contrario. -Volvió a mirarme y sus labios bonitos me sonrieron mientras yo me acicalaba las plumas y pasaba la tira del zurrón por encima de mi cabeza para dejarla en el piso. Él me había ayudado también con el peso de la bolsa. Después se puso serio- Volaste muy bien y se ve que conseguiste algo para comer… pero… ¿Por qué volviste a este foso? Bien podías ir a casa, Golondrina.

La pregunta me hizo echarme para atrás, alcé el cuello y le miré directamente.

-Porque soy alguien quien cumple sus promesas, igual que tú. -Al decir eso, en un abrir y cerrar de ojos volví a mi forma humana y me acomodé a su lado mientras, sin mirarle, comenzaba a vaciar la bolsa tejida. No estaba segura si el Dragón podría verme bien pues otra vez ya no había mucha luz -No podía dejarte solo y hambriento, ¿no?

Él se quedó en silencio. Sentí que cavilaba e igual que me perforaba con sus ojos. Cuando acabé de vaciar mi zurrón, le enseñé lo que traía conmigo y le platiqué mi encuentro con los colibríes al igual le ofrecía disculpas por no poderle lo que a él le gustaba.

-Te prometo que mañana saldré más temprano y buscaré algo para ti. Algo de carne. -Le dije volviendo a mirarle de frente. -Le preguntaré al señor Colibrí si sabe cómo puedo conseguirla.

-Tienes los ojos rasgados, muy bonitos… como de egipcia. -Fue lo único que me dijo, con una sonrisa por delante y que me hizo ponerme colorada.

Nadie me había dicho algo así. Con nerviosismo rompí la envoltura de uno de los chocolates y estrujaba unas hierbas curativas que había encontrado y que le había dicho que servirían para seguir sanando sus heridas.

No supe que contestarle, solo me reí mientras le metía un pedazo de chocolate en su boca para que lo saboreara…

-Nuestro camino es como un chocolate… a veces duro, a veces amargo… otras veces es dulce y placentero. Lo que me dices son estas últimas cosas. Gracias, Dragón… -Le mostré los frutos secos. -Creo que lo mismo pasa con éstas. Son duras por fuera pero su fruto es delicioso. Yo no sé partir nueces… ¿Me ayudas?

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Estudiante de Psicología, escritor en ratos libres, creador de juegos de rol cada tanto, padre de familia, aficionado a los videojuegos, Ásatrù. Bastante por hacer. ¿No?