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Una flecha se
clavó en el centro de una diana de paja, y los aplausos se escucharon. Ellander
miró detrás de si y pudo ver a varios niños con traje de entrenamiento
aplaudiéndola, y a Ankar, Lylth y Hassle sentados cerca. Se puso colorada al
saberse observada. Plegó su arco y se acercó a sus compañeros mientras los
niños se iban a practicar.
-Eres muy
buena con el arco. –La halagó el mago rojo sonriendo. –Se nota que eres
cazadora.
-Dryhg oui
jano silr vun dra lusbmesahd. –Contestó ella sentándose frente a ellos. Hassle
miró a Lylth.
-Dice que te
lo agradece. Creo que tendré que enseñaros la lengua Al’bhed. –Dijo la maga
blanca mirando a su compatriota. Y tú deberías acostumbrarte a usar más el
Clavat.
-Oui sayh dra
Hyur. –Le contestó ella en su lengua. Lylth negó.
-La lengua
común aquí se llama Clavat.
-Oh… Pido
disculpas. –Dijo Ellander mientras Hassle se colocaba dónde estaba antes ella.
Ankar hizo un gesto para quitarle importancia con la mano.
-No te
preocupes, poco a poco te irás acostumbrando a nosotros y nuestra lengua.
Ellander asintió
y miró hacia los blancos de prácticas, donde los muchachos y el viera
practicaban con el arco y la magia. Todavía no se sentía del todo a gusto con
esos buscadores, pero el elemental que dormía en su brazo robótico le instaba a
acompañarles. No se acostumbraba a la magia, ya que de donde ella venía solo la
élite de la élite podía usarla… Y ella no se sentía así.
-Tienes que
relajarte… -Le sorprendió Lylth. –No somos malas personas.
-Ruf lyh yh
Al'bhed...? –Empezó a decir ella, pero se interrumpió. –Perdón… ¿Cómo pudo una
Al’bhed acabar en Gaia y usando magia?
Lylth la miró
seria, y luego suspiró.
-Creo que ya
llegó el momento… -Dijo la maga blanca, y miró a Ankar. –Los Al’bhed venimos de
Terra, no de Gaia. Siempre pensé que Gaia y Terra son como dos caras de una
misma moneda, aunque nunca encontré ningún indicio. Allí, la magia es un don
escaso. Solo la élite tiene magia, y eso es menos del quince porciento de la
población Terrana. –Lylth vio la curiosidad en los ojos de Ankar antes de
seguir. –Hay varios tipos de… Tecnomagos. Pero los más típicos solo usan
piedras conocidas como materias. Dan magia pero de manera muy escasa.
-Por eso te
parece tan extraño que usemos magia tan a la ligera. –Dijo Ankar mirando a
Ellander. Ella sintió.
-Oac…
-No sé cómo
se puede viajar entre ambos mundos, pero… -Dijo Lylth suspirando. La pelirroja
la miró.
-Nosotros
vinimos a través de la vuk… -Contestó la pelirroja. –En común es… ¿Niebla? –La
maga blanca asintió. –Pero una vez aquí ya no podíamos regresar. –Sacó de su cuello
un colgante y se lo dio a Ankar. –Quien nos envió nos dio esto. Nos dijo que
debíamos llevarlo por lo menos dos semanas para no perder la cabeza o algo así.
Cuando Ankar
y Lylth miraron el colgante, sintieron inmediatamente el poder mágico casi palpable
que emanaba esa pequeña luna de cristal negro tallado. Extrañada, la maga miró
a la cazadora.
-Yo no tengo
nada de eso, y estoy totalmente cuerda.
-¿Y cómo
llegaste a Gaia? –Preguntó la otra con curiosidad.
Lylth miró a
Ellander y después a Ankar… ¿Cómo reaccionarían? Pero no podía ocultarlo por
mucho más tiempo, así que se decidió. Desabrochó parte de su vestido y mostró
una marca que bien parecía un extraño tatuaje en su vientre, cerca del ombligo.
Ellander abrió mucho los ojos.
-¡Eres una
Lu’Cie! –Dijo sorprendida. -¡Claro, entonces todo tiene sentido!
-¿Una qué?
–Preguntó Ankar mientras Lylth se guardaba la marca de nuevo.
-En Terra se
nos llama también “Semi Magis”. –Explicó la maga. –Yo nací en una ciudad
llamada Iniclos. Nieva nueve meses al año y graniza los otros tres. Mis padres
eran investigadores, y cuando yo era pequeña descubrieron que había formado un
pacto con un espíritu.
-Espera un
momento. –Cortó Ellander. -¿Tu padre era Maxwell Whitherwings?
-Si…
-¿¡Eres Lylth
Whitherwings!? –Ante la sorpresa de la pelirroja, la otra maga asintió
lentamente. Ellander la tomó de los brazos. -¡Por Minerva! ¡Lylth! ¡Soy tu
prima Ella!
-Oh… -La cara
de Lylth era de sorpresa, mientras que la pelirroja la miraba con una sonrisa.
-¡Todos
pensaron que habías muerto! ¡Y estabas aquí, en Gaia!
El escaso
color que tenía el rostro de la maga blanca había desaparecido, pero tragó
saliva antes de hablar.
-¿Por qué
pensaron eso…?
-Bueno…
-Ellander se apartó de su prima. –Las autoridades nos dijeron que había habido
unas cuantas actitudes extrañas, y días después encontraron descuartizados a…
bueno… a tus padres…
Lylth no dijo
nada, algo que no pasó desapercibido a Ankar. La pelirroja siguió.
-Nunca
encontramos tu cuerpo… o restos de él. –La al’bhed tomó la mano de ella. –Te
buscaron, pero con el paso del tiempo perdimos toda esperanza… ¡Pero estás
viva! –Volvió a decir Ellander. –¿Cómo viniste?
-Yo… -Empezó
a decir ella, pero tragó saliva antes. –Yo llegué aquí gracias al espíritu que
me dio mis poderes. No supe nada de Terra desde entonces, hasta el Templo del
Árbol Eterno.
-Tantos años…
-Dijo Ellander, y se levantó. –Voy a por algo para celebrar el reencuentro.
Esto no puede quedarse sin remojarse.
-Puedes pedir
sake caliente. –Sugirió Ankar, mientras Lylth lo miraba extrañada. –Es muy
popular aquí.
Ellander
asintió y se fue corriendo. El dragontino miró a la maga blanca.
-Tendremos
tiempo suficiente si pide sake caliente. –Dijo él mientras ella le miraba.
–Intuyo que hay más. ¿Verdad? Quizás a ella se lo puedes ocultar, pero no es
tan fácil conmigo.
Lo miró
atónita, y sin palabras por primera vez. ¿Qué diría Ankar si se lo dijera todo?
No quería perder la amistad de ese grupo, pero ahora que su prima había
aparecido… ¿Cuánto tiempo podría ocultarlo? Se tomó las manos, pues empezaron a
temblarle. Si Ankar había aceptado el pasado de Onizuka y de Ylenia… ¿Aceptaría
también el suyo?
Inspiró con
fuerza para tranquilizarse antes de hablar.
-Mis padres…
me trataban como conejillo de indias. –Explicó ella, temblando. –No es normal
encontrar Lu’Cie fuera del ejército, y menos en zonas como Iniclos. Los
espíritus que conceden poder a los Lu’Cie piden algo a cambio, siempre. En mi
caso fue la pigmentación de mi cuerpo, así conseguí los poderes de un mago
blanco… Para poder salvar a mi padre, que había caído en el hielo. –Se tomó la
cabellera y la echó para atrás con lentitud, sintiendo un poco como sus manos
se tranquilizaban. –Ahora se que el frío extremo pudo haberle afectado a su
mente, pero él enloqueció, y me encerró en un cuarto, convenciendo a mi madre
para hacerme pruebas. Tomaron muestras de sangre, de tejido, de… de todo. –Dijo
mientras miraba a Ankar con temor en los ojos, como si estuviera reviviendo
todo lo que pasó. –Cómo podía curarme eso les dio pie a seguir sin preocuparse
por mi salud… hasta que un día el espíritu volvió a aparecer ante mí y me
ofreció un nuevo trato… Me sacaría de ahí si…
-Si le dabas
algo a cambio… -Concluyó Ankar. Ella asintió. –Y por lo que nos dijo Ellander…
Se quedaron
en silencio un rato, hasta que Lylth suspiró.
-Siempre
sospeché algo así… -Dijo ella. –Pero nunca llegué a saberlo. Desde que llegué a
Tycoon no he vuelto a saber nada de Terra…
-A veces el
sacrificio que uno hace no llega a descubrirse jamás. –Contestó Ankar. –En Gaia
hay muchas leyendas sobre eso… -Le posó una mano en el hombro, y ella tembló un
poco por el contacto. Él no se apartó. –No fue culpa tuya.
-¿Tú crees…?
–Preguntó ella tomando la mano de Ankar como si fuera un tablón en el mar. –Yo
quería escapar de eso a toda costa… sin importar las consecuencias… ¿En qué me
convierte eso si no en…?
-En una
persona desesperada. –Terminó Ankar, y ella le miró. –No te mortifiques más.
Lylth le miró
asombrada, sin creerse las palabras del albino. Una lágrima rodó por su
mejilla, y trató de ocultarla rápidamente. No le había contado eso a nadie, ni
siquiera a su madre adoptiva, por miedo al rechazo, pero con la aceptación del
dragontino sentía que algo se había roto y no podía detener las lágrimas. Ankar
le puso el brazo por encima del hombro, dándole espacio por si quería
apartarse, pero ella colocó su cabeza en el pecho de él sin dejar de llorar.
Así se mantuvo un rato, llorando.
-Puede que no
dijeras nada por miedo. –Le dijo el albino frotando su espalda con la mano de
manera suave. –Pero no te culpes, no fue culpa tuya.
Al pasar un
par de minutos, Lylth se apartó un poco de él, secándose las lágrimas.
-Gracias…
-¿Por qué? Si
no hice nada.
-Ya sabes por
qué. –Contestó ella levantándose. –He de escribir una carta… Si ves a Ellander
dile que ando en la biblioteca.
-Claro.
-Ah, y Ankar…
-Dijo ella antes de irse. Le guiñó el ojo de manera coqueta. –Algún día te
devolveré el favor.
Cuando se
marchó, Ankar no pudo contener una sonrisa, pues ese gesto le traía recuerdos
de otra persona que hacía mucho que no veía. Pudo ver como Hassle se le
acercaba despidiéndose con la mano de Lylth, y se sentó a su lado.
-Conozco de
sobra el buen oído viera. –Dijo al mago rojo. –Lo escuchaste todo. ¿Verdad?
-Sí.
–Contestó Hassle. –Tenemos otra asesina en el grupo. –Pero perdió la sonrisa
ante la mirada de Ankar, y agachó un poco las orejas. –Lo siento, no quería ser
grosero.
-No digas
nada. –Dijo Ankar. –Es cosa suya hacerlo… Cuando llegue el momento.
-¿Y si no
llega nunca ese momento? –Preguntó Hassle.
-Entonces
espero que seas muy bueno guardando secretos.
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Esa noche se
habían reunido todos en uno de los grandes comedores del palacio del daimio.
Las puertas de papel y las paredes tenían colores azules, con las maderas de un
marfil suave, y justo en una de las zonas se podía ver el jardín interior,
lleno de pequeñas piedras de río grises con tonos azulados u oscuros, y un
estanque donde las carpas nadaban tranquilamente. La cena fue frugal pero muy
nutritiva, aun cuando algunos no se sentían cómodos estando de rodillas. Hassle
charlaba con Lylth y Emberlei sobre temas de conjuros y magia, comparando
hechizos que pudieran conocer. Cyan tocaba su instrumento nuevo mientras
charlaba con Kahad y Ellander, ya que esta última estaba preguntando acerca de
la política Gaiana. Dreighart reía mientras una maltratada Ylenia le explicaba
la sesión de entrenamiento de aquella tarde. Ankar, Lomehin y Onizuka tomaban
sake caliente mientras hablaban en voz baja. La entrada y salida de sirvientes
trayendo la comida los interrumpía de vez en cuando, pero no dejaban de hablar
con calma. Cuando terminaron de cenar la calma se fue instaurando junto a la
música de Cyan. Cuando todos estaban pensando en irse a dormir, Lomehin puso
una de las mesas en el centro de la sala, y Ankar colocó un pergamino y un
paquete en ella.
-Necesito que
me escuchéis un momento.
-Eso será
complicado.
-Ya cállate,
Onizuka.
-Sí, mami.
Después de
algunas risas, Ankar empezó a sacar el interior del paquete, mostrando la
WyrmSlayer dentro de la vaina. Algunos soltaron un pequeño silbido, pero Hassle
perdió la sonrisa de repente… Algo que no pasó desapercibido a algunos.
-Te
agenciaste una buena espada.
-No es una
espada común. –Dijo el dragontino mientras la desenvainaba. Las runas brillaban
ante la luz de las linternas de papel.
-¡Por el
fantasma del gran Alexander! –Gritó Cyan acercándose asombrado. –¡Una
WyrmSlayer!
-¿Las
conoces? –Preguntó Ankar serio.
-¿Es una
broma? –Preguntó a su vez Cyan, pero al ver la seriedad del albino siguió
hablando. –No, ya veo que no lo es. –Suspiró antes de sentarse al lado de la
mesa. Los demás se acercaron igual, incluido el viera, pero más lentamente.
–Como ya sabéis, soy licenciado en leyes, entre otras cosas, por la Universidad
de Alexandría. Una de las leyes más duras que he visto es la de la lucha contra
los cazadores de dragones. Nos enseñaron a identificar las armas por sus runas,
runas como estas. –Dijo señalando la hoja de la espada. –Te encontraste con
algo muy peligroso…
-¿Por qué se
lucha contra los que matan dragones? –Preguntó Ellander. Cyan la miró.
-Bueno… hace
cientos de años los dragones eran muy populares, pero empezaron a cazarlos
indiscriminadamente. El Rey Mago, Solomon Castella, promulgó una ley en contra
de la caza indiscriminada de dragones, ya que si hacemos caso de los rumores,
tan solo hay alrededor de una veintena de dragones en Gaia.
-Esta espada
ya la registré ante Baron. –Dijo entonces Ankar. –Todo aquel que consigue una
de estas debe informarlo.
-¿Por qué?
–Volvió a preguntar la pelirroja.
-Crearlas sin
permiso expreso de las autoridades es ilegal. –Explicó el bardo. –Incluso de
manera legal, es muy difícil tener el permiso… ya que para crear armas mata
dragones se precisa partes de dragones muertos.
-Esta espada
la tenían unos asesinos que trataban de acabar conmigo. –Explicó ahora Ankar.
Tomó el pergamino y empezó a desatarlo. –Es de un gremio que caza dragones.
-Eso huele
mucho a cuero. –Comentó Emberlei arrugando la nariz.
-Es porque es
cuero. –Contestó el albino, y al desenrollar el pergamino Hassle pudo ver el
tatuaje de Demian mientras ahogaba un gemido. –Este es el símbolo de este
gremio.
Todos
pudieron ver la serpiente alada en el tatuaje estando tan cerca como estaban.
El rostro pálido de Hassle no pasó desapercibido a los ojos de Ankar y
Dreighart.
-¿Cómo sabes
que eran cazadores de dragones? –Dijo el ladrón sin perder de vista al viera.
-Se
refirieron a los dragones de una manera muy despectiva… -Contestó el albino.
–Antes de amenazarme con matarme a mí y a mi dragón.
-Fuiste tú…
Todos se
giraron al mago rojo, el cual estaba tomando el pergamino de piel. Las manos le
temblaban mientras recordaba la última reunión con los mellizos, cuando su jefe
les entregó las misiones. La de los hermanos era la de atacar dragontinos, pero
nunca pensó que Ankar fuera uno de sus objetivos. Apretó el cuero con la mano,
sintiendo una furia irracional.
No se dio
cuenta de que el dragontino, el ladrón y el bardo estaban mirándolo con seriedad.
Tomó al resto por sorpresa cuando saltó por encima de la mesa para golpear a
Ankar, pero este lo apartó a tiempo, cayendo ambos en el jardín de piedras.
Ankar y Hassle se levantaron, aunque el viera fue más rápido y le dio un
puñetazo en la cara al dragontino antes de que el ladrón lo apartara.
-¡¿Tenías que
profanar su cuerpo?! ¡Asesino! –Soltándose, Hassle se lanzó de nuevo sobre
Ankar, pero él se levantó antes y golpeó al viera, tirándolo al suelo,
desorientado.
-¡¿Piensas
que esto es un juego?! –Dijo Ankar. Tenía un pequeño rastro de sangre en la
comisura del labio. Se acercó al viera y lo levantó de las solapas. La nariz de
Hassle sangraba manchando las manos del de ojos verdes. –¡¿Acaso sabes lo que
iban a hacerme?! ¡¿Lo que hacen con los dragones?!
-¿Y eso te da
derecho a mutilarles…? –Aunque seguía algo desorientado, el viera miraba con
odio al que lo tenía preso. –No tenías derecho… ¡Solo un monstruo haría algo
así!
Ankar dejó en
el suelo a Hassle, que vio una oportunidad y empezó a conjurar un hechizo. Pero
un segundo puñetazo lo lanzó de nuevo al suelo haciéndole perder la
concentración, y cuando Dreighart saltó encima de él para sujetarle las manos
sintió como sus armas le eran extraídas por el hábil peliazul.
-¡¿Me llamas
monstruo a mi cuando ellos descuartizan a mi familia?! –Gritó ahora Ankar al
tiempo que varios soldados llegaban. Cuando el viejo Onizuka llegó, Ankar
señaló a Hassle. –¡Por orden del rey Cecil, quedas arrestado bajo sospecha de
cazador de dragones!
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Lylth estaba curando el labio
partido de Ankar con un ungüento en una sala apartada. El viejo Onizuka les
había llevado hasta ahí para que no atacaran los nervios del dragontino con
preguntas Pidió té mientras esperaba.
-Gracias. –Dijo el albino.
Ryuusuke se encogió de hombros.
-El tratado de Narshe obliga a
todo reino y ciudad a capturar a los sospechosos de ese tipo. –Le contestó él
mientras llenaba una taza de humeante infusió y colocándola frente a él. Lo
miró serio antes de hablar. –¿Qué vas a hacer con él?
Ankar cerró los ojos mientras
Lylth se apartaba. Tomó la taza y bebió de ella, sintiendo el escozor del corte
por el calor.
-Hablaré con él. –Contestó con
calma. –Antes perdí los estribos, pero sigue siendo mi compañero… Solo espero
que no sea un espía de ese gremio.
-Piénsalo con cuidado. –El viejo
Onizuka se levantó y se dirigió a la puerta. –Estuvo luchando a tu lado todo
este tiempo, algo tendrá que decir.
Cuando salió, Ankar bebió un poco
más de té, ya casi sin sentir el ardor de la herida, pero no tardaron mucho sus
demás compañeros en entrar en la sala. Se sentaron junto a él en silencio,
hasta que Dreighart y Cyan dejaron las armas del viera en el suelo.
-¿Qué vamos a hacer con Hassle?
–Preguntó el ladrón.
-Es obvio, entregarlo a las
autoridades. –Contestó Ylenia de mal genio.
-No sabemos nada de él. –Dijo
Kahad. –Quizás…
-¿Quizás qué? –Dijo molesta la
guerrera. –¿Quizás no sea malo? Está en un gremio que mata dragones, entre
otras muchas cosas.
-Quizás tuvo un motivo. –Le dijo
Dreighart extrañado. Miró a Cyan. –Las investigaste. ¿Qué dices tú?
Cyan separó la daga larga del
resto de armas.
-El estoque es completamente
normal, y el sable se lo acababa de dar el honorable señor Ryuusuke. –Dijo el
bardo. –Pero la daga tiene las mismas runas que la nueva espada de Ankar.
-Puede que esté registrada, al
igual. –Comentó Kahad.
Se quedaron en silencio un rato
hasta que Ankar se levantó.
-Hablaré con él. –Dijo de nuevo el
dragontino. –Pero si resulta ser un cazador de dragones, lo entregaré a las
autoridades.
Cuando salió del cuarto, Cyan
suspiró.
-¿Qué ocurre? –Preguntó Dreighart.
-La pena por ser un cazador de
dragones es el desmembramiento…
-Pero… ¿Qué pasa con ellos?
–Preguntó Ellander. –Siendo cazadragones y tal.
-Yo también quisiera saber más.
–Dijo Lylth con curiosidad.
-¿Alguien tiene conocimiento del
Tratado de Narshe? –Preguntó Cyan.
Onizuka y Lomehin levantaron la
mano. Ylenia hizo un gesto con la suya.
-Algo conozco, pero no se los
detalles… -Contestó ella.
-Bueno… el tratado de Narshe, de
nombre “Volvagia”, es una ley que el rey mago Solomon Castella promulgó hace
cientos de años… lo mencioné antes. ¿Recordáis?
-¿Por qué tendríamos que conocer a
ese Solomon? –Preguntó aburrida Emberlei.
-Fue el primer rey con poderes
mágicos, sin contar con que era uno de los primeros Altos Invocadores que
existieron, si no el primero, y fue coronado Rey de Alexandría. –Enumeró el
bardo, a lo que Ember volvió a mirar con curiosidad. –Pero eso no nos atañe.
–Volvió a decir mirando a la maga negra. –Lo que si nos importa ahora es una de
las tantas leyes que creó. El tratado de Narshe dice que los dragones son una
especie en peligro de extinción, y al ser seres tan sabios y tan inteligentes
suelen ser muy valorados por la gente, así que el Rey Mago puso graves penas
para los que cazaran dragones.
-Siempre hay excepciones…
-Continuó Lomehin, sorprendiendo a todos. –Si un dragón decide atacar una
población y se acaba con él no es ilegal. Son seres pensantes como nosotros.
-Muy bien explicado, mi oscuro
amigo. –Dijo Cyan. –Sin embargo, existen aquellos que buscan los tesoros de los
dragones, y no es muy legal que digamos. La pena por matar dragones es una pena
propuesta en otro tiempo, pero que se ha mantenido hasta ahora… Aunque según
mis estudios y mis fuentes, el último ajusticiado por eso fue hace como cuatro
años.
-¿Eres un abogado? –Preguntó
Ylenia asqueada. Cyan rasgó su lira nueva con una sonrisa.
-Es una de mis muchas cualidades,
sí. –Contestó él.
-Eso explica muchas cosas…
-El caso es que conozco a este
gremio. –Siguió diciendo el trovador, sin dejar de tocar su instrumento. –Su
nombre es WyrmSlayers. Dentro del submundo son conocidos por vender armamento
ilegal y asesinar dragontinos y drakos de viento, aunque los rumores hablan que
sus presas favoritas son los propios dragones.
-Yo conozco bien a esa chusma.
–Soltó Ylenia. –No solo hacen eso, también tienen muchos negocios. Por ejemplo
la venta de esclavos y de drogas.
-¿Hay esclavitud en Gaia?
–Preguntó extrañada Ellander.
-En muy pocas zonas. –Contestó
Cyan. –Lugares como Burmecia o Eblan tienen una ley de uso de siervos, pero no
se pueden comprar o vender, ya que es una condena, como una temporada en
prisión.
-En Limblum y Zozo, sin embargo,
si hay venta de esclavos. –Continuó la guerrera. –No tan descarada como antes,
eso es cierto, pero sigue existiendo.
-¿Cómo los conociste, Ylenia?
–Preguntó Dreighart. –No pareces de esas personas que les preocupe la
supervivencia de los dragones.
-Y no lo soy. Los dragones son
grandes, fuertes y poderosos. Pueden destruir ejércitos y arrasar países por si
solos. Saben cuidarse solos. –Dijo la guerrera con una mueca de desdén. –Estoy
bastante más preocupada sobre sus otras actividades.
-Te refieres a lo de la venta de
esclavos y drogas. ¿Verdad? –Preguntó Lylth, aunque el rostro de Ylenia parecía
más bien de resignación al tiempo que asentía.
-Es cierto que su principal
objetivo es matar dragones, que si tienen huevos para hacerlo pues genial, allá
su idea. Pero para financiarse tienen cientos de negocios ilegales, como el de
las armas, o los esclavos. Sobornos y jueces en nómina. Es un dragón de mil
cabezas. Eso es el gremio de WyrmSlayers. –Dijo ella soltando un suspiro.
–Desde hace unos años llevan incluso cazando recompensas… algunas de las cuales
ellos mismos colocan para sacarse de encima a sus enemigos. Yo estoy entre
ellas. –Se encogió de hombros como para quitarle importancia, pero Onizuka y
Dreighart se dieron cuenta de que no estaba tan tranquila como quería dar a
aparentar.
-¿Cómo contactaste con ellos?
–Preguntó Emberlei. –Por tu forma de ser yo diría que no te gustan esas cosas,
precisamente.
-Fue hace varios años. Yo
trabajaba como guardaespaldas de una nodriza y dos niñas en una caravana, de
una ciudad a otra. Nos atacaron en mitad del bosque, y yo tuve que escapar con
las niñas entre los árboles. Conseguí lidiar con los atacantes cuando casi
habíamos llegado a un poblado en medio del bosque.
-¿Eran WyrmSlayers? –Preguntó
Kahad, y mientras Ylenia asentía, él volvió a preguntar. –¿Sobrevivieron las
niñas?
-Sí, sí lo hicieron, pero tardaron
meses en dejar de tener pesadillas. –La mueca que la guerrera daba a los demás
daba la suficiente explicación de lo que había pasado. –Y no había pasado ni
año y medio cuando un oficial de ese mismo gremio me contactó para reclutarme. Obviamente
me negué. No tenía muy buen recuerdo de ellos. Intentó convencerme y, cada vez
que me negaba, se volvía más agresivo con sus intentos. Hasta que intentó darme
una paliza para arrastrarme por la fuerza con él, no sé si para reclutarme o
para algo peor. –Dijo mientras tomaba un sorbo de té que les habían traído.
–Terminé la pelea con una patada en la entrepierna, y tras eso huyó lo más
rápido que le dieron las piernas. Pero en ese momento era yo la que estaba
enfadada con el así que le seguí hasta su lugar de origen, a ver qué diablos
pasaba con él y su gremio. Y acabé descubriendo todo lo que hacían. Los
esclavos, los malos tratos… -Continuó mientras se tocaba una de las cicatrices
de su brazo. –Me opuse. De forma rotunda. Desde ese día, si encuentro con algún
miembro de WyrmSlayer o una de sus operaciones, actúo. Por eso acabé con una
recompensa por mi cabeza de parte de ese gremio.
-Ahora entiendo por qué estuviste
tan seria cuando rescatamos a aquellos niños en Baron. –Dijo Onizuka dándose un
golpe en la mano.
-Y por qué estás tan obcecada con
Hassle… -Dijo Ellander.
-Es un WyrmSlayer. –Dijo Ylenia,
con voz cansada. –Asesinan, esclavizan y usan niños como soldados. Niños. No
creo que… -Ylenia se levantó con un suspiro de la mesa, el agotamiento estaba claro
en sus facciones. –Creo que es suficiente por ahora. Iré a tomar un baño… -Y
sin decir más salió de la sala.
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La oscuridad reinaba dentro de la
mazmorra. El goteo incesante era bastante molesto, pero en la zona donde él
estaba tan solo había las cadenas que lo ataban a la pared. Hassle había
tratado de usar su magia para liberarse, pero al igual que su sombrero y sus
armas, esta se quedó fuera de la celda.
No sabía cuánto llevaba ahí, ya
que no había ventanas ni luz de ningún tipo. Se llevó la mano a la nariz,
pensando que Ankar se la habría roto, pero aunque le dolía diabólicamente no
sentía el hueso partido. Suspiró aliviado y recargó la cabeza en la pared. Las
cadenas atadas a sus argollas eran lo suficientemente largas como para poder
sentarse, aunque eso significara que el frío le mordiera en las nalgas.
Colocó sus manos en su rostro,
cansado. Su reacción había enviado al garete toda su fachada hasta la fecha, y
sabía que debía sobrevivir con ella, pero la furia que sintió fue demasiado
irresistible, y le hizo actuar sin pensar… Aunque tampoco se esperaba que Ankar
fuera tan poderoso como para acabar con dos de los mejores cazadores de los
WyrmSlayers, y menos por si mismo… Después de la primera hora ya sabía, dentro
de la celda, que Ankar había actuado en defensa propia, pero eso de quitarle la
piel tatuada a Demian… ¿Un mensaje, quizás? ¿Una advertencia? Todavía pensaba
en ello.
Sus pensamientos se interrumpieron
al escucharse el cerrojo y cegarle la luz entrante. Tuvo que tener cerrados los
ojos hasta que se acostumbraran de nuevo ala luz amarillenta de la antorcha,
mientras escuchaba movimiento, y después de nuevo el cerrojo. Cuando pudo
volver a abrir los ojos, pudo ver a Ankar sentado frente a él en una silla que
antes no estaba. La antorcha que proyectaba luz estaba colocada en la pared, en
un soporte. Sonrió cansado.
-¿Vienes por la segunda ronda?
Creo que sería muy desigual.
Ankar tan solo levantó una ceja,
sin decir nada. Se quedaron mirándose un rato, en silencio, hasta que Hassle
soltó un suspiro.
-¿Me enviarás con el torturador?
-Depende de lo que aquí ocurra.
–Contestó Ankar. Hassle lo miró. –Te haré unas preguntas, luego decidiremos.
-Muy bien. –Contestó el viera
mientras el dragontino sacaba una placa de madera y un pergamino del cajón bajo
su silla. Tomó una pluma amarillenta.
-Nombre y procedencia. –Preguntó
Ankar. Hassle inspiró fuerte.
-Sargento Hassle Argel del ejército
de Alexandría, nacido en Narshe.
Ankar lo miró extrañado.
-¿Es una broma? –Preguntó el
albino. –Porque no estamos como para bromear.
-Para nada. –Contestó serio el
viera. –Puedes confirmarlo con la teniente Namaelenn Pieldorada, es mi
superiora.
El dragontino se quedó callado
antes de ponerse a escribir.
-¿Eres un espía del gremio oscuro
conocido como WyrmSlayer?
-Al contrario. –Respondió el
preso. –Soy un espía alexandrino dentro del gremio.
Ankar volvió a mirarlo antes de
escribir.
-Por lo que dices, estás dentro de
ese gremio…
-Como tantos otros espías. –Le
contestó el viera. El de ojos verdes escribió de nuevo.
-¿Has matado a algún dragontino,
sea de Baron o de Burmecia?
-Ni de ningún otro lado. –Contestó
Hassle de inmediato. –Solo he matado criminales buscados como parte de mi
fachada como caza recompensas, aunque la mayoría de veces los capturaba vivos
pues la recompensa era mayor.
Ankar escribió más, y lo miró
serio antes de seguir.
-¿Has matado, o cazado, a algún
miembro de la familia de los dragones, como drakos de viento o dragones
propiamente dicho?
Hassle volvió a inspirar fuerte
antes de hablar.
-¿Cómo llamarías al hecho de
acabar con el sufrimiento de alguien querido, el cual ya no tiene cura?
¿Asesinato o clemencia? –Ante el silencio del dragontino, el viera continuó.
–Solo maté a uno… estaba muy herido, y me pidió el don de la misericordia… ¿Se
lo habrías negado tú?
-Lo que yo hubiera hecho o no,
realmente no importa ahora. –Contestó el otro sin dejar de escribir. –Pero
entiende que sin contar con mi rango en el ejército, mis padres adoptivos
fueron dragones.
-Puedo comprenderte demasiado
bien… -Contestó Hassle suspirando, mientras Ankar levantaba una ceja. –En parte
compartimos pasado. A mí también me educó un dragón.
-¿Fue él…?
-Si… fue a él a quien maté… -La
mirada de Hassle era de profunda tristeza. –Pero es algo que no me siento
todavía suficientemente preparado para contártelo…
-Sabes que estás en la cuerda
floja… -Contestó Ankar, a lo que el viera asintió.
-Lo sé, pero… ¿No crees que si te
dijera algo más podría afectar a tu raciocinio? –Preguntó él mirándolo. –Sé que
eres justo, sé que no vas a actuar de manera impulsiva…
-¿Cómo antes?
-Bueno, antes era antes, ahora es
ahora. –Dijo riendo el viera. –A lo que me refiero es… que sabía que este
camino me podía llevar a este desenlace. Pero es cierto que maté a un dragón.
Incluso hice todo lo que pude para evitar que tomaran su cuerpo o su sangre
para crear armas… Solo sobrevivió un hueso, y es el que usaron para la espada
que le arrebataste a Shara… La daga larga que tengo fue hecha de un colmillo de
ese dragón, pero no lo he usado para nada más.
Ankar se quedó en silencio
mientras escribía. Le sorprendió que Hassle lo mirase sin decir nada.
-Es muy posible que los demás no
estén de acuerdo con tu forma de vida. –Le dijo.
-Es posible… es más que posible,
es comprensible. Yo haría lo mismo. –Explicó el de ojos carmesí. –Pero confío
en tu criterio… Es más, creo que de entre toda esta panda de lunáticos… creo
que eres en el único en quien confío.
-¿Después de haber matado a tus
amigos?
-Esas cosas pasan… Al fin y al
cabo, fue en defensa propia. Son gajes del oficio… -Suspiró el viera. –Te pido
perdón, sinceramente.
-Eso no afectará a mi juicio.
–Contestó el albino.
-Lo sé, pero al menos la educación
no me debe de faltar.
Ankar escribió un rato más y
suspiró. Se levantó con los papeles y miró al viera.
-Espero, por el bien de tu propia
vida, que lo que me hayas dicho sea cierto. –Dijo mientras golpeaba en la
puerta, y le abrían. Tomó la antorcha y salió. –Sinceramente, espero que así
sea.
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El albino caminó por las
dependencias de Doma con un silencio completamente inusual. Cuando llegó al
cuarto donde estaban todos, se sentó en uno de los cojines frente a los demás,
que lo miraban en silencio vistiendo yukatas de baño.
-¿Y bien? –La pregunta provino de
los labios de Kahad. -¿Qué vas a hacer con él?
-Debo meditarlo… hacer algunas
cartas… pensar en lo que me ha dicho… -Contestó Ankar tras un corto silencio.
–Querría estar solo, por favor…
Todos se miraron antes de empezar
a levantarse y salir. Cuando todos estuvieron fuera, el albino cerró la puerta
corredera sin decir nada. Al dejar vacío el pasillo, Onizuka se giró mirando la
puerta. Emberlei y Lylth lo imitaron.
-¿Qué ocurre? –Preguntó la maga
blanca.
-Algo le pasa a Ankar. –Contestó
el pelirrojo. La maga negra se encogió de hombros.
-Quizás por fin se dio cuenta de
que confiar en desconocidos te lleva solo a puñaladas por la espalda.
-Vaya, gracias. –Le dijo mordaz
Lylth.
-De nada, siempre puedes aprender
algo nuevo. –Contestó la pelo morada sin captar el sarcasmo.
-No es eso. –Contestó el samurái.
–Es algo mucho más profundo, lo conozco bien…
=============================================
La noche estaba avanzando, aunque
varios no podían dormir. Ylenia estaba en uno de los dojos, con el yukata azul
oscuro puesto, mirando las estrellas, hasta que apareció Dreighart con una
indumentaria igual a la de ella.
-Ylenia, quisiera hablar contigo.
Salgamos al jardín. –La nombrada se giró hacia Dreighart, y tras contemplarlo
durante unos segundos con expresión perdida, se encogió de hombros y lo siguió
al exterior.
El jardín era el mismo lugar con
el pequeño lago que podía verse desde el dojo en el que ella entrenó con
Onizuka y Lomehin. El sonido del bambú golpeando la piedra al llenarse de agua
le resultaba reconfortante. Se agachó la guerrera frente al estanque para ver
las carpas mientras Dreighart se cruzaba de brazos detrás de ella.
-¿Por qué mientes?
La brusquedad de la pregunta hizo
que Ylenia sintiera un escalofrío. Era extraño ver al de cabello azul tan
serio, siendo tan bromista.
Antes de que pudiera contestarle,
el chico se acercó a ella y la hizo girarse, levantándose, mirándole a los ojos
directamente.
-Mira, Ylenia… Te debo la vida. Si
no fuera por ti, posiblemente hubiera muerto en más de una ocasión. Somos un
equipo, y estamos juntos en esto, para lo bueno y para lo malo. Tienes que
confiar en nosotros. Todos deberíamos confiar los unos en los otros, sobre todo
cuando estamos hablando de situaciones como éstas. Si hay algo que te preocupe,
dínoslo. Puede que algunos seamos un poco... "especialitos", como
Onizuka –Hace una pausa al notar una risita de ella. –Pero somos un grupo. Y
somos amigos, y para eso estamos. –Dreighart hizo una pausa, había estado todo
el rato mirando a Ylenia a los ojos. De repente se ruborizó y se levantó de
golpe, dándole la espalda. –Esto no se me da bien… Ankar seguro que te diría lo
que necesitas oír, con esa filosofía que tiene y demás, a mí me hizo eso… –Se
giró de nuevo a ella. –Lo que quiero decir, es que estamos aquí si nos
necesitas. ¿De acuerdo?
Ylenia se retiró los anteojos de
la cara y se pasó la mano por los ojos, pensando.
-Dreigh… Yo… Estoy cansada. Eso es
lo que me ocurre. Estoy cansada de encontrarme a monstruos de piel humana no
importa cuántos derrote. Estoy cansada de ser uno de ellos. Estoy cansada de
enfrentarme a los WyrmSlayer y de ser atacada una y otra vez sin que, a la larga,
mis acciones sirvan para algo. –La guerrera desvió la vista al suelo, con
aspecto de derrota. –A veces simplemente… me siento cansada de vivir… –Y se quedó
quieta unos segundos, antes de darse cuenta de lo que había dicho y llevarse la
mano a la frente, como si su cabeza fuera muy pesada.
Miró con algo de vergüenza a su
compañero, pero se extrañó de verlo rígido, como si le hubieran dado una
puñalada con un cuchillo de hielo. Ylenia apenas podía enfocar nada. ¿Qué era
lo que había dicho? ¿Qué no tenía ganas de vivir? El sólo hecho de decirlo había
sido como abrir un dique, y muchos sentimientos reprimidos salieron a la
superficie: Su soledad, su culpa, su impotencia… La fuerza de sus sentimientos
la ahogaba, tenía que luchar por respirar. “Maldita sea, un ataque de
ansiedad…” Pensó.
-Yo… yo he vivido una vida
horrible… –Explicó ella, soltándolo todo y luchando porque las lágrimas no
surgieran, apretándose ahora el yukata a la altura de su pecho por la falta de
aire. Empezó a sudar de manera exagerada. –Y encontrar enemigos en todas las
esquinas hace que piense… que haga lo que haga no servirá de nada… ¿Cuántos
esclavistas matamos en Baron? ¿Cuántos denunciamos en Zozo? ¿Cuántos
desgraciados que siguen con sus malas mañas no hemos conseguido eliminar? ¡¿Qué
hago con mi vida para que los dioses puedan perdonarme?!
De repente, Dreighart se giró de
nuevo a ella. Aquella sensación de dulzura y de inocencia se evaporó en su
rostro, como la niebla al salir el sol. En cambio, ahora había un frío helador,
un frío que llegaba hasta los huesos. En su mano izquierda llevaba una de sus
dagas apretada firmemente, haciendo que la piel de sus nudillos se tornara
blanca. Esto hizo que Ylenia se recuperara de su ataque de ansiedad por puro
instinto. Ella era dura, pero la mirada que vio en su compañero, ya la había
visto en otros antes, como Ankar u Onizuka. La mirada del que lucharía hasta la
muerte por los suyos, da igual lo que tuviera que hacer. Vio como el ladrón movía
los labios, pero era casi como un mantra, no le escuchaba ni tenía sentido. Al
poco, pudo entender una palabra.
-… jamás…
-¿Qué…? –La mujer pudo apartar la
mano de su pecho, mirando a uno de los que podía llamar “amigo” dentro de ese
extraño grupo, y él le devolvía la mirada con una determinación fuera de lugar.
-Jamás… jamás… jamás…
Antes de que pudiera percatarse de
nada, la muñeca de Dreighart se movió con gran velocidad. Lo siguiente que oyó
fue un golpe seco… al enterrarse la daga en la tierra que había entre sus pies.
-¡Jamás vuelvas a decir eso! –Gritó
el muchacho con todas las fuerzas de sus pulmones. Toda la rabia, la
impotencia, y la culpa que sentía Ylenia se veía reflejada en ese grito. Todo
aquello que ella sentía, y que había liberado en aquel apacible jardín, resonó
en el cuerpo de su amigo, haciéndose eco en su alma.
Se acercó a ella con pasos
decididos, y tomó la daga que estaba enterrada en las piedras de río con un
movimiento hábil. Ella perdió el equilibrio y cayó al suelo de nalgas, pero sin
sentir las piedras de río en su piel. Conforme se acercaba a la guerrera,
parecía que el rostro del peliazul se suavizaba, pero seguía con una mirada
dura, mirando ahora su arma.
-Una vez, hace mucho tiempo, una
persona querida para mí dijo lo mismo… Mi hermana.
-¿Tu… hermana? –Ylenia miró a
Dreighart mientras permanecía sentada. Tenía una visión clara de la cara de su
amigo, que miraba su daga con gran pena, como si fuera ella misma, y no un arma
lo que sostuviera entre sus manos.
-Sí. Mi hermana… Layla. Ella es…
–El ladrón hizo una pausa antes de seguir. –… era alegre, dulce y buena. Era mi
hermana melliza, pero siempre cuidaba de mí. Desde que tengo memoria vivíamos
en la calle. No sé quiénes eran mis padres, ni como terminamos abandonados en
esas calles sucias y polvorientas, pero fue su afán de vivir lo que hizo que
sobreviviéramos. Pero un día… se rindió. Un día no pudo más. Y dijo esas mismas
palabras que tú acabas de pronunciar ahora. Desde entonces no volvió a ser la
misma, y tuve que ser yo la que cuidara de ella. Y… fallé. –Bajó con cansancio
la mano donde tenía la daga, y la miró a ella. –Un día, por un despiste mío,
nos metí en una pelea que había entre dos bandas. Ella… me salvó. Mientras
intentábamos escapar de allí, uno de los mayores nos sorprendió, y fue directo
a clavarme un puñal en mi corazón. Entonces, Layla… Layla…
Se quedó callado un momento, y se
llevó la mano a la frente. Ella escuchó un susurro de sus labios mientras veía
como la palidez tomaba el rostro de Dreighart y empezaba a sudar.
-¿Qué hizo… Layla…?
En ese momento, los ojos del
ladrón se pusieron en blanco, mientras la sangre le empezaba a manar de su
nariz. Como una marioneta a la que le han cortado los hilos, el cuerpo de
Dreighart cayó al suelo, empezando a convulsionar, presa de unos espasmos
incontrolables.
La guerrera se quedó congelada
unos segundos por lo inesperado de la situación, pero en el instante en que su
amigo empezara con los movimientos involuntarios, la mujer se había levantado
de un salto y se arrodilló a su lado. Cuando los espasmos se hicieron más
fuertes, le colocó las manos por debajo de la cabeza, colocándola en su regazo
para evitar que se diera contra algo, y puso su mano en su boca para que no se
mordiera, antes de empezar a gritar por ayuda lo más alto posible.
-¡Ayuda! ¡Por el amor de Mateus,
que venga un mago blanco!
Un par de criados surgieron de
algunas de las puertas, y corrieron hacia ella. Entre los tres lo consiguieron
sujetar hasta que la de cabello cenizo sintió como alguien la apartaba un poco,
sin mover la cabeza de él, y viendo a Lylth con un yukata igual al suyo y con
todo el cabello suelto colocándose donde estaba ella originariamente. La magia
en sus manos no se hizo esperar, y dirigiendo sus manos hacia la cabeza del
peliazul empezó a dar instrucciones a los criados. Ambos se fueron rápidamente,
dejándolas solas con él.
-Yo… yo estaba… -Empezó a decir
Ylenia, dándose cuenta de que, por primera vez en su vida, no tenía palabras.
Lylth negó con la cabeza.
-No importa ahora. –Le dijo ella.
–Ya hiciste bien al evitar que se golpeara. Solo apóyame cuando te pida algo.
Con calma y tranquilidad. ¿De acuerdo?
La guerrera asintió mientras
miraba a Dreighart. La magia continuó durante unos treinta segundos que se le
hicieron eternos a Ylenia, hasta que pudo ver que los ojos del ladrón se
cerraban y dejaba de convulsionar. El brillo de las manos de la maga
desapareció, y lanzó un conjuro que creó una esfera de luz a su alrededor,
iluminándose de una manera fantasmagórica. Lylth abrió los ojos del peliazul
para comprobar su estado con dicho resplandor, le tomó de la mano para sentir
su pulso, y asintió más para sí que para nadie.
-Está lo bastante estable como
para transportarlo. –Dijo ella mirando a Ylenia, y señaló con la cabeza hacia
los dos criados que se acercaban, portando una sábana. –Pedí que prepararan un
cuarto personal para poder tratarle. Ayúdame a llevarlo, pero con cuidado de
que no se le parta el cuello.
La guerrera asintió, y entre los
cuatro subieron al inconsciente encima de la sábana y lo llevaron con cuidado
hacia el cuarto en cuestión. Era pequeño, con un futón preparado en el suelo y
una ventana que daba al exterior. La luz que conjuró la Al’bhed desapareció
cuando los criados encendieron un par de lámparas de papel, y la de cabello
rosado les pidió algunas hierbas, dejándolas solas con el joven.
-Bien, ya que no hay oídos
indiscretos, dime qué ocurrió. –Habló con tono profesional la maga blanca
mientras preparaba algunas cosas. Ylenia miró como trabajaba antes de ponerse a
hablar.
-Estaba hablando con el sobre…
bueno, eran confidencias entre ambos, así que no puedo difundir nada sin su
permiso… Pero… Bueno, una mala elección de palabras mía le produjo un ataque de
pánico.
-¿Estás segura de que era un
ataque de pánico? –Dijo la curandera sin dejar de trabajar.
-Bueno… yo diría que si… -Contestó
la guerrera, aunque ya no estaba tan segura.
-¿Qué hablasteis? –Preguntó la
maga. Ante la mirada reprobatoria de Ylenia, Lylth se puso seria. –Si tengo que
arreglar un desbarajuste, primero tengo que saber qué hizo ese desbarajuste.
Como maga blanca hay confidencialidad, pero aunque puedo hacer pociones para
dormir, para no soñar e incluso para olvidar, no sé qué darle si no sé primero
qué le pasó. ¿Entiendes?
Ylenia asintió, preocupada por un
debate moral que no solía tener que lidiar. ¿Qué era más importante, el secreto
que se le había confiado, o la salud de su amigo? Al final, llegó a la
conclusión de que Dreighart jamás dijo que fuera un secreto… y al menos podría
salvarle la vida.
-Estaba hablando de... la muerte
de un familiar… en circunstancias muy dolorosas. Y entonces sufrió el ataque.
–Meditó un momento antes de seguir. –Se le pusieron los ojos en blanco, y le
sangró la nariz. Tardó poco en empezar a convulsionar…
Lylth se quedó en silencio, trabajando.
Ylenia prácticamente sentía como el cerebro de su compañera trabajaba a marchas
forzadas.
-¿Qué dijo él antes del ataque?
–Preguntó de repente. La de cabellos cenizos se extrañó y trató de recordar.
-Creo… creo que no recordaba bien
lo que pasó… -Le contestó. –Aunque no estoy segura… todo pasó muy rápido…
Se quedaron en silencio de nuevo
antes de que la curandera contestara.
-Lo que me describes no es un
ataque de pánico… Quizás empezara como un ataque de ansiedad…
-Yo sufrí un ataque de ansiedad…
-Dijo Ylenia de repente. –Y no era para nada igual…
-Cada persona es un mundo, Ylenia.
–Contestó la maga. –No solo en su forma de ser, sino también en afrontar las
diferentes crisis mentales. –Le explicó mientras las criadas llegaban con las
hierbas y una gran tetera, y un pequeño fuego preparado para cocinar. Lo
dejaron todo y se marcharon, mientras que se ponía a trabajar con ello.
–Convulsiones… Castañeo de dientes involuntario… ¿Cómo tienes los dedos? ¿Te
mordió?
-Sí, pero no lo suficiente como para
hacerme sangrar. –Dijo la guerrera mostrando la mano. Lylth asintió.
-Entre nosotros a eso le llamamos
"ataque epiléptico"... –Explicó la joven mientras empezaba a calentar
el agua de la tetera. –En el pasado se decía que esta gente era poseída por
demonios y tal, pero la verdad es que es algo neurológico... es algo dentro del
cerebro... y confirma algunas de mis sospechas... –Dijo Lylth abatida y
suspirando con fuerza.
-¿Qué sospechas? –Preguntó algo
alarmada Ylenia. La maga blanca le indicó que le pasara unas hierbas.
-Esto es entre tú y yo. –Dijo
mientras empezaba a picar las hierbas. –Tu sabes igual o mejor que yo que
Dreighart tiene fuertes lagunas de memoria. ¿Verdad? –La guerrera asintió,
recordando varias de las veces en las que su amigo conocía cosas que no
recordaba haber estudiado. –Desde la batalla contra Quetzacoatl me pidió un
refuerzo de memoria, porque le preocupaba eso, además de que no quería olvidar
cosas cuando Onizuka lo lanzara por los aires y cayera de cabeza.
-Ese idiota…
-Abre la ventana. –Dijo la maga, y
la de cabello cenizo lo hizo sin chistar. Se sentó de nuevo con ella. –Las
infusiones que uso son especiales, lleva bebiéndolas desde entonces. Tienen el
efecto de despertar la memoria cognitiva de Dreighart poco a poco.
-¿La qué…?
-Es la memoria apagada en su
mente. –Le contestó la maga. –Quizás tenga recuerdos que no tiene conocimiento,
y eso hace que poco a poco los vaya asimilando, pero el hecho de que haya
habido una reacción como esta… Me preocupa que tenga un daño cerebral importante.
-Entiendo... –Murmuró la guerrera.
–Y que reaccionara de una forma tan brutal a un recuerdo traumático... ¿Sería
por daño cerebral?
Lylth echó las hierbas a la tetera
y la tapó, colocándola en la ventana con el pequeño fuego mágico que le dieron.
Suspiró con fuerza.
-No estoy segura... eso es lo que
me preocupa... –Dijo ella frotándose los ojos. –Tengo que estudiarlo, por
suerte estamos en Doma, donde tienen una gran biblioteca...
-¿Qué puedo hacer para ayudar?
–Preguntó Ylenia. No quería quedarse quieta, y sabía que ahora no iba a poder
dormir.
-Podrías ayudarme a encontrar
dichos libros, aunque primero debo terminar esta infusión.
-¿Qué hace esa?
-Es la misma que se toma él, pero
debe de administrársele por vía cutánea.
-¿Te refieres a la piel?
-Sí. –Dijo ella sacando la tetera
del fuego y echándola en un pequeño capazo. Tomó una compresa y se la colocó en
la frente de Dreighart. –De esta manera.
-¿Cuándo despertará?
-Esta noche… quizás mañana… quizás
en una semana… -Se encogió de hombros con seriedad. –Es difícil de decir.
Esperemos que esto sea suficiente.
-Avisaré a un criado para que vele
por él.
-Bien… -Le dijo la pelirrosa, y
antes de que se fuera le colocó el yukata de manera más sensual. –Y si vas a ir
por ahí luciendo cuerpo, hazlo así.
Ylenia se miró, viendo como el
cuello del yukata le llegaba a los hombros, mostrando una generosa parte de su
cuello y un gran escote. Le era más difícil moverse, pero definitivamente era
más bello a la vista.
-Vaya, no está mal…
-Me crié con una experta.
–Contestó ella mientras se empezaba a peinar el cabello suelto.
-La marquesa a la que serví nunca
me enseñó a vestir bien… solo a llevar un traje de sirvienta.
-Me cuesta imaginarte con ropas de
sirvienta, aunque a Onizuka le encantaría. –Dijo riendo, mientras se colocaba
los pechos debajo del yukata. –Mi madre adoptiva me enseñó este tipo de trucos.
Puedo enseñarte algunos, así los hombres pueden estar a tus pies.
-O las mujeres… -Contestó la
guerrera con una sonrisa. Lylth se encogió de hombros.
-Vivimos en un mundo completamente
libre. –Se levantó y abrió la puerta. -¡Necesito un criado, por favor!
No tardaron ni dos minutos en
llegar una joven con ropa de criada. Lylth le explicó lo que debía hacer y que
le avisara si había algún cambio. La muchacha asintió y entró en la habitación.
-Ella se ocupará de Dreighart, ya
le di las instrucciones que debía darle.
–Contestó la maga blanca. –Vamos, debemos ir a la biblioteca. Con suerte
encontraremos algo.
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La mañana llegó con una fuerte
niebla que cubría toda la ciudad y el castillo. Pocas luces estaban encendidas
cuando el sol iluminó el lugar, pero varios ya estaban despiertos. Algunos
entrenaban, otros estaban desayunando…
Lylth e Ylenia habían regresado antes
del amanecer para descansar un rato después de haber encontrado algunos libros
que a la maga blanca le podían servir. Ellander había despertado antes de que
el sol surgiera y estaba en el campo de tiro, con los muchachos que empezaban a
entrenar a esa hora.
Onizuka y Lomehin estaban sentados
en la vereda de la casa, cerca del estanque de carpas donde Dreighart se había
desmayado. El sonido de las carpas saltando alegremente no los distraía. Ni
siquiera el bambú lleno de agua golpeando la piedra podía perturbar su
concentración, ya que ambos estaban enfocados en un tablero de madera lleno de
pequeñas piedras cortadas como un botón, de colores blanco y negro que ambos
estaban colocando de vez en cuando. Lomehin aprendió rápidamente las reglas del
juego, aun cuando Onizuka le dijo que podía ser complicado al principio, pero
ya llevaban un buen rato enfrascados en esa partida. Una criada les había
traído té caliente para esa mañana fría, y de vez en cuando tomaban un sorbo en
silencio.
-Tu tierra es hermosa. –Dijo
Lomehin tomando un poco de té. Después dejó la taza al lado del tablero. –Se
respira paz, y una extraña armonía que calma el espíritu.
-¿Verdad que si?- Preguntó Onizuka
tomando una piedra blanca de un pequeño capazo de madera que tenía entre sus
piernas y el tablero, y la colocó con un pequeño sonido en el tablero. –La
verdad es que todo samurái aspira a esa perfección, tanto en cuerpo como en
espíritu. Se puede tener paz espiritual con una simple partida de go, como
nosotros, o practicando con las armas. La ceremonia del té es muy famosa para
calmar la mente, mientras que la poesía estimula la mente.
Lomehin tomó una de sus fichas
negras y la colocó en el tablero sin decir nada, pensando en lo que decía su
amigo. Después del día anterior, donde todos estuvieron tensos por lo de
Hassle, aquella mañana podía respirar la tensión entre los compañeros que ya
estaban despiertos, y la propuesta de jugar con Onizuka fue como un escape que
no esperó fuera tan productivo.
No es que estuviera preocupado por
el viera… Ankar había demostrado ser un líder bastante cuerdo cuando se tenían
que tomar decisiones inmediatas, y a diferencia de lo que podría haber pensado
tiempo atrás, no era por inocencia o por credulidad, no… Había algo más. Como
si el albino sintiera que había “algo más” en las personas en las que confiaba…
igual que con él. Su misión había dado un vuelco completo desde que el muchacho
muriera, desde que Imara lo conociera, desde que luchó con ella en el Templo
del Viento Eterno… Desde que se dio cuenta de que sus sentimientos como humano
eran más fuertes que sus propios sentimientos… Todo había cambiado, y
extrañamente, no le molestaba en absoluto.
Onizuka colocó una de sus fichas,
sin mirar al caballero oscuro.
-¿Te preocupa Hassle? –Preguntó al
pelirrojo.
-No.
Lomehin tomó otra de sus fichas y
la colocó en el tablero. Una carpa saltó en el estanque al tiempo que un rayo
de sol iluminaba el agua.
-Te preocupa Ankar. –Dijo el
moreno, esta vez sin preguntar.
-No tanto como crees. –Le contestó
el samurái. Lomehin levantó la vista, tomando su taza de té.
-¿En serio? –Dijo antes de beber.
-En serio. –Volvió a decir Onizuka
mientras colocaba otra de sus fichas. –Ankar tiene una fortaleza mental mucho
mayor de la que tienen muchos guerreros experimentados.
-Me di cuenta… -Dijo el de cabello
negro mirando el tablero. –De que Ankar prefiere ver el bien que reside en el
interior de cada uno, y darle siempre una segunda oportunidad. No de una manera
infantil, sino de una forma más…
Se quedaron en silencio,
intentando el moreno de encontrar la palabra mientras colocaba su ficha.
-Más por instinto. ¿Verdad?
–Terminó Onizuka mirando el tablero.
-Si…
-Es la misma sensación que tuve yo
al conocerlo. –Contestó el pelirrojo colocando una ficha en el tablero. –A él
no le importa si fuimos asesinos o magos terribles. A él le importa el ahora.
-Pero Hassle es un miembro de los
WyrmSlayers “ahora”. –Suspiró Lomehin tomando un sorbo de té. Onizuka asintió.
-Si… Pero hay algo extraño en él.
El moreno asintió, pues él también
se había dado cuenta. Salvo la daga larga con las runas especiales, el resto de
su equipo era completamente normal. Si fuera un cazador de dragones debería
llevar al menos una pieza de equipo que lo protegiera contra los reptiles.
Además, no sentía la típica ansia de sangre que debería de tener un asesino
cerca de su objetivo.
Onizuka tomó una ficha y la colocó
en el tablero, sonriendo. Lomehin se rascó la cabeza.
-Parece que he perdido… -Dijo el
moreno. El pelirrojo se rio.
-Diste batalla para ser tu primera
partida. –Dijo recogiendo las fichas. -¿Te apetece otra?
-¿Por qué no?
=============================================
Después de haber dormido un rato,
Ylenia y Lylth se habían levantado y desayunado junto a Cyan y Ellander, los
cuales hablaban sobre política y sobre las leyes de esclavismo. Las ojeras se
notaban perfectamente en los ojos de la guerrera, pero Lylth parecía estar
perfectamente. Cuando terminaron de comer su desayuno, ya estaban los cuatro
reunidos preparados para hablar sobre las armas mata dragones, como la daga de
Hassle que custodiaba Cyan. La desenvainó y la colocó encima de una de las
mesas.
-Esto son runas dracónicas.
–Explicó Cuan señalando los símbolos. –Es un idioma muy extraño que solo los
dragontinos suelen saber. Su magia usa este idioma en vez del idioma mágico que
usan los magos.
-Entonces… ¿Cómo acaban en un
gremio de mata dragones? –Preguntó Lylth. Cyan se encogió de hombros mientras
suspiraba.
-No es un idioma secreto, solo es
difícil. Yo mismo conozco la escritura y puedo traducirla de oída, pero no se
hablarla.
-Pero esto demuestra que está con
ellos. –Dijo Ylenia molesta. La falta de sueño le había agriado el carácter,
sin contar con el susto de la noche. –Quizás el desmembramiento sea excesivo,
pero merece que lo castiguen.
-Ylenia, creo que te estás
excediendo. –Dijo entonces Ellander. Extrañada, la guerrera la miró seria.
-Con todo el respeto, Ellander,
pero no sabes lo mal que lo pasan los esclavos que esta gente vende para
financiarse.
-No dudo que sea así. –Le contestó
la pelirroja con una máscara de tranquilidad en su rostro. –Pero si metes todas
las manzanas rojas en un saco, quizás no quieras ver la manzana verde.
-Cualquiera que trabaje con ellos
es un cómplice. –No tenía cabeza como para discutir, y ni siquiera alzó la voz.
-Entonces todos los al’bhed somos
iguales. –Las palabras de la prima de Lylth sorprendieron a la de cabellos de
color ceniza.
-No es lo mismo.
-¿Por qué no?
-Vosotros no vendéis esclavos para
luchar contra dragones.
-Pero varios de los que vinieron
conmigo tenían la idea de acabar con toda forma de vida inteligente que hubiera
en Gaia. –Explicó Ellander seria. –No todos tenían esa idea, es cierto, pero
algunos pensaban que para tener paz, primero debían conquistaros. Otros pensábamos
que el entendimiento entre razas nos llevaría a un nuevo mundo de respeto y
alianza, algo que se afianzaba más con el hecho de saber que había varias razas
aquí y que el racismo era poco o nada. Pero eso no significa que algunos
prefirieran la masacre antes que la diplomacia.
-A lo que se refiere Ellander es
que no sabemos si Hassle trabajó con ellos por su cuenta y riesgo, o si tuvo un
motivo, o incluso si fue obligado. –Explicó ahora Lylth haciéndose trenzas en
un largo mechón de cabello. –De momento solo podemos esperar a ver la decisión
de Ankar.
-¡Trabajó con ellos! –Gritó Ylenia
poniéndose de pie. -¡Atacó a uno de nosotros! ¡No a Kahad ni a mí, sino al
líder de nuestro viaje!
-Y por eso debería de ser Ankar
quien decidiera el destino de nuestro orejudo amigo. –Dijo con calma Cyan, sin
usar su típico tono pedante. –¿O acaso no recuerdas qué pasó en Wutai? –Ylenia
miró al bardo extrañada.
-¿A qué te refieres?
-Según la ley… -Empezó a decir de
nuevo el trovador. –Cualquier asesino en serie debe de apresarse o ajusticiarse
en el acto. Y nuestro buen líder no hizo ni una cosa ni la otra cuando se
enteró de tus… digamos, problemas familiares. Al contrario, te defendió a capa
y espada.
Ylenia se quedó callada ante esa
respuesta. Ella sabía perfectamente cómo era la ley, pero eso era algo que la
había estado siguiendo desde que salieron de su ciudad natal. Onizuka se lo
había dicho… ¿Por qué no podía darle el beneficio de la duda a alguien con
quien había luchado?
-¡Bien! –Dijo con frustración la
guerrera mientras se sentaba. -¡Esperaré al veredicto de Ankar! Tengo demasiado
sueño como para pensar coherentemente en un argumento para rebatirte.
-El término concreto es “touché”.
–Le contestó el bardo, a lo que la guerrera le lanzó la daga del mago rojo.
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Habían pasado tres días desde el
encierro de Hassle. Todos estaban tensos, esperando la decisión de Ankar, pero
éste seguía reuniéndose a solas con el viejo Onizuka.
En uno de los pabellones de té del
castillo estaban sentados Kahad y Emberlei, tomando un ligero desayuno él y una
gran cantidad de alimentos ella. El ninja se sentía muy a gusto en ese país,
pues era muy similar al ambiente de Eblan. Sin embargo había algo que no le
cuadraba, y era su protegida.
Desde la detención del viera la
invocadora parecía contrariada. No hablaba mucho normalmente, pero ahora estaba
hablando menos de lo habitual.
-¿Qué te ocurre? –Decidió
preguntar él. Ella se sobresaltó y luego se encogió de hombros.
-No te entiendo…
-Si lo haces. –Cortó Kahad con
calma. –Hablas poco, pero desde lo de Hassle menos de lo normal. No quieres ver
a nadie y menos oírles. Estás más encerrada en ti misma de lo que sueles estar.
Ember soltó un bufido de molestia
antes de dejar los palillos encima de uno de los boles de arroz. Se quedó en
silencio para pensar su respuesta.
-Es que no lo entiendo. –Dijo al
fin, sorprendiendo a Kahad por el tono de frustración que proyectaban sus
palabras. –Ankar ha conseguido lo que tanto buscaba, una puñalada trapera, y
ahora todos andan molestos… ¡Pero todavía confían en su liderazgo cuando yo he
tenido razón siempre!
-¿En qué tenías razón?
-En que no se puede confiar en la
gente como lo hace él. –Repuso ella. –Acepta a cualquiera que le pida venir, se
arriesga a que lo traicionen, y cuando lo hacen… ¿Alguien me dio la razón? ¡No!
De una manera ilógica todos se preocupan por Hassle y por Ankar.
-La ley dice que todos somos
inocentes hasta que se demuestra lo contrario. –Dijo Kahad sin dejar de comer
tranquilamente.
-¡Pero la lógica…!
-La lógica es algo subjetivo.
–Dijo Kahad sin inmutarse. –De todos modos, tu misma me lo dijiste en Eblan. No
necesitas compañeros, solo peones. Y sin embargo, aquí estás, preocupándote por
todos los del grupo.
Emberlei se quedó callada,
molesta, mirando al teñido.
-¿Qué sabrás tú?
-Sé que tratas de instaurar una
lógica aplastante a todo. –Dijo el joven. –Algo que entre en los cánones de lo
que tú consideras “normal”, y cuando algo o alguien sale de eso no puedes
comprender por qué la gente actúa de manera ilógica. Pero… ¿Sabes algo?
-¿Qué?
-La gente, de por sí, es ilógica.
–La cara de sorpresa de Emberlei fue enorme, lo que supuso un pequeño triunfo
para Kahad, que continuó con una sonrisa. –Los sentimientos hacen que los humanoides
seamos como somos.
-Los sentimientos son ilógicos.
–Dijo ella.
-Es cierto. –Corroboró él. –Pero
es lo que nos hace humanoides. El amor, que nos hace proteger a aquellos que
nos importan sin pensar en las consecuencias. El odio, que nos empuja a hacer
actos por el puro enfado. La amistad, la camadería, el honor…
-El amor no existe. –Repuso la
maga negra. –Solo es atracción sexual entre dos individuos para perpetuar la
especie. El odio es irracional, solo es desagrado a niveles extremos. ¿Amistad?
¿Camadería? ¿Para qué sirve eso si no es para aprovecharse?
-¿No has sentido nada desde que
nos unimos al grupo de Ankar? –Preguntó Kahad. –Es decir… ¿No has visto cómo se
tratan, como se ayudan, como se apoyan? Eso es amistad.
-Solo se unen para un bien común.
-Espero sinceramente que algún día
pienses diferente. –Dijo con sinceridad el ninja. –Nadie merece estar solo por
siempre.
-Pues ahora desearía estarlo.
Quiero estudiar.
Kahad soltó un suspiro y se
levantó para salir. En cierta medida, sabía que Emberlei llevaba tiempo
pensando en eso, porque si no, no habría estallado de la manera en la que lo
hizo. Dejó sola a la maga negra, la cual estaba mirando a la nada en el jardín,
y volvió a suspirar mientras cerraba la puerta.
Caminó un rato hasta que se encontró
a Ankar caminando con decisión hacia el exterior. Se acercó a él.
-¿Cómo te encuentras? –Preguntó el
ninja. El dragontino se detuvo para mirarlo a los ojos. Llevaba un pergamino en
las manos que cerró al verlo.
-Bien… más o menos. –Le contestó
él. -¿Sabes algo de Dreighart?
-Cuando hablé con Lylth me dijo
que todavía se mantenía inconsciente. –Contestó el ninja. –Pero dice que es
normal…
-Espero que despierte pronto.
Desde que Dreighart había caído
inconsciente, estuvieron vigilándolo día y noche, pero al haber estado el
dragontino ocupado poco pudo preguntar por él. Sin embargo Lylth le había
avisado de todo cuando lo vio en uno de esos días. El dragontino había estado
con la mente en otro lugar, pero se notaba que se preocupaba por sus compañeros.
Kahad le puso la mano en el hombro
a Ankar.
-Ankar… No tienes la culpa de
nada. –Dijo el ninja. El albino lo miró extrañado. –No es culpa tuya que Hassle
sea… bueno, lo que quiera que sea. Tienes un buen sentido del honor, y por lo
que me di cuenta, una forma de confiar en los demás diferente a cualquier cosa
que haya visto. Muchos te apoyarán en lo que necesites… y en la decisión que
tomes.
Ankar lo miró extrañado, y
asintió.
-Gracias, Kahad. Sin embargo puede
que la decisión que tome no guste a algunos.
-Al carajo entonces con ellos. –El
improperio de Kahad tomó desprevenido al dragontino. –Si siguen en esta empresa
es porque quieren, nadie les obliga. Tú eres el líder, por lo tanto deben de
acatar tus órdenes.
-No me gusta ser un dictador.
–Dijo el albino mientras empezaba a caminar. El de negro lo siguió.
-No lo eres. –Le contestó. –Yo soy
miembro del ejército de Eblan, tú lo sabes. Al igual que tú, he estado bajo las
órdenes de líderes y superiores. Ambos sabemos qué define a un líder, y qué a
un superior. Un superior no es más que un jefe, alguien que manda a sus hombres
a luchar y morir por él. Tú no eres así.
Ankar sonrió y le dio unas
palmadas en el hombro a Kahad.
-Gracias por pensar eso de mí,
creía que no me aguantabas.
-No es que no te aguante. –Confesó
el ninja. –Solo me cuesta seguir según qué órdenes, ya que chocan con mi
misión.
-Pero te estás volviendo más
flexible. –Le dijo el albino. El de negro se encogió de hombros.
-Me he dado cuenta de que no estoy
rodeado de enemigos, es todo.
Ankar sonrió, y miró el pergamino.
Se quedó en silencio unos momentos antes de dárselo a Kahad, el cual lo tomó,
lo abrió y lo leyó. Luego miró a Ankar.
-¿Es auténtico?
-Lleva el sello oficial. –Contestó
Ankar. –Y me aseguré de que fuera verificado.
-Por esto estuviste esperando
tanto tiempo. ¿Verdad? –Dijo el ninja con una sonrisa mientras le devolvía el pergamino.
–Querías ver donde acababa todo este asunto… –Ante el asentimiento de Ankar, el
ninja miró hacia el pasillo. –¿Quieres que te acompañe?
-No será necesario… Pero gracias
de todos modos, Kahad.
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El frío viento de las montañas golpeaba en su capa roja, pero habiendo
crecido ahí no le importaba mucho al joven viera. Estaba muy contento, pues
acababa de pasar su última prueba para ser mago rojo, y su maestro, Iregore, lo
había premiado con un flamante sombrero de mago rojo nuevecito. Habían pasado
varios años desde la muerte de su madre adoptiva, y por fin tenía algo parecido
a un futuro. Luciendo su conjunto de mago rojo, paseaba por las estepas nevadas
cercanas a la tumba de Lada, al norte de Narshe, cuando escuchó una explosión.
Corrió en dirección al estallido, y un fuerte rugido le puso sobre
aviso de que Iregore estaba en apuros, pero… ¿Qué podía poner en problemas a un
dragón rojo?
Cuando subió a una enorme roca pudo ver el enorme cuerpo carmesí
volando, pero había algo extraño en su vuelo. Empezó a bajar a gran velocidad,
y tuvo que cubrirse cuando la nieve fue levantada al caer pesadamente el dragón.
Al volver a mirar, le aterró lo que veía. Flechas, lanzas y espadas
clavadas por todo su cuerpo le estaban haciendo sangrar, y casi todas las
heridas abiertas parecían de esas armas o de poderosos hechizos. La cabeza
gigantesca del reptil estaba semienterrada en la nieve, sin fuerzas para
levantarla, y uno de sus globos oculares estaba cerrado, sangrando.
-Hassle… -Dijo telepáticamente el dragón, sorprendido. -¿Qué haces
aquí…?
-¡¿Qué importa?! ¡Estás herido! ¡Empezaré la curación! –Gritó el viera
lanzando su magia sobre el dragón. Este suspiró, cayéndosele varios colmillos
de sus fauces en la nieve.
-Mis heridas son demasiado profundas… -Miró con ternura al muchacho
antes de hablar a su mente de nuevo. –Vas a tener que hacer algo por mí. –Él
miró anhelante al dragón. –Vas a tener que darme el don de la misericordia.
-¡No me pidas eso! –Gritó Hassle sin dejar de usar su magia, aun cuando
estaba sintiendo que no servía de nada. -¡No quiero matarte!
-Si los que me hicieron esto me toman vivo, me despedazarán sin
matarme. –Contestó el reptil. Lanzó una pequeña exhalación hacia los colmillos
para señalarlos. –Tu arma no podrá atravesarme, pero si usas uno de esos no
tendrás problemas para atravesar mi frente.
Él miró los colmillos con lágrimas en los ojos. Entendía lo que Iregore
le decía, ya que cuanto más fresco fuera el cuerpo del dragón, más propiedades
tendrían sus restos, y la magia de esos seres se disipaba rápidamente al morir…
Tomó el colmillo más largo, que más parecía una larga daga, y miró a su mentor.
Este cerró el ojo sano y suspiró cansado, mientras Hassle se subía a su cabeza.
-Me hubiera gustado haber visto por última vez a mi familia…
El colmillo atravesó su frente ante el peso del viera, cerrando
permanentemente los ojos de aquel magnífico dragón y anegando en lágrimas los
del mago rojo. Se quedó unos instantes quieto, y de repente reaccionó. Sacó el
colmillo, se bajó de Iregore y empezó a lanzar cortes por la parte inferior de
su cuerpo, donde la piel era más suave, y la sangre empapó no solo el suelo si
no también el cuerpo de Hassle. Después de eso, empezó a lanzar conjuros sobre
el cuerpo carmesí, incinerándolo por varias partes. Si los que hicieron eso a
su maestro querían el cuerpo del dragón, lo tendrían difícil.
Tardaron alrededor de dos horas en llegar a la pira funeraria. Varios
hombres y mujeres armados hasta los dientes, pero eso no le importaba a Hassle.
El que parecía el líder se acercó asombrado y empezó a gritar.
-¡Rápido! ¡Apagad el fuego y salvad lo que podáis! –Ordenó mientras se
dirigía al viera, el cual seguía empapado de la sangre del dragón. -¿Fuiste tú?
-Yo fui. –Dijo con una sonrisa. –Ese dragón me tenía encerrado, pude
buscar venganza.
El hombre rio mientras le daba unas palmadas en el hombro.
-Llevábamos mucho detrás de este bastardo. Espero podamos sacar algo de
él.
-¿Cazáis dragones? –Preguntó el mago rojo, ante el asentimiento del
hombre, continuó. –Quisiera trabajar de eso.
-¿Y tú eres…?
-Antes era caza recompensas. Antes de que este me secuestrara. –Contestó
Hassle señalando con la cabeza la pira funeraria. –Llevaba años buscando a un
dragón en especial para cobrar venganza cuando este me capturó.
-¿Qué dragón…?
-Uno que mató a mi madre… No muy lejos de aquí.
El hombre lo miró serio y asintió.
-Todos hemos perdido a alguien importante por culpa de estos
desgraciados. –Dijo el líder de aquel operativo. –Ven con nosotros, es muy
posible que tengas una silla esperándote.
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Abrió los ojos con cansancio. Desde
que había tenido la charla con Ankar, Hassle había estado soñando con aquel
fatídico día durante todas las veces que dormía. A parte de dormir, en esa
celda poco se podía hacer, y aunque le alimentaban medianamente bien, seguía
sin saber cuándo era de día y cuando era de noche. No le gustaba esa sensación
de impotencia.
Y ese sueño… no hacía más que
hacerle crecer la culpa en su interior. ¿Acaso Doom, la diosa de la noche y de
los sueños, quería atormentarlo mientras estuviera ahí? Ni siquiera sabía si estaban
sus viejos compañeros en Doma todavía, o si lo iban a ajusticiar al final,
porque ni siquiera los chillidos de los chocobos.
¿Qué iba a hacer si lo
ajusticiaban? Su misión principal se iría al garete… Y dejaría solo a Sugoi. Su
pobre chocobo negro… ¿Qué haría si ahora fuera libre? Llevaban años juntos,
prácticamente lo había visto nacer del huevo… Y si ahora se ve en libertad…
¿Sabría sobrevivir por sí mismo?
Se frotó la cara con las manos
sucias, sintiendo un poco de barba en su rostro. Maldijo en voz baja, ya que
normalmente él no tenía que afeitarse más que una vez cada mes para tener la
cara limpia de pelos, pero la presión siempre le ha jugado malas pasadas, y
cuando estaba en periodos muy fuertes de estrés hacía que su cuerpo se volviera
en contra, y el pelo crecía sin parar.
El ruido del cerrojo lo hizo
saltar en el lugar, y anticipándose, se tapó los ojos con una mano. Cuando dejó
de oír ruido, poco a poco fue abriendo la mano para que sus ojos se
acostumbraran a la luz una vez más. La antorcha volvió a estar en el mismo
soporte, la silla de nuevo en el lugar que la había visto la otra vez, y el
dragontino sentado en ella con varios papeles en sus manos.
-No tienes buen aspecto. –Dijo
Ankar moviendo unos cuantos papeles, pero sin mirarlo siquiera. Hassle soltó un
bufido.
-Me gustaría verte a ti, sentado
durante días, sin luz y sin una cuchilla para afeitarte. –Contestó el viera
rascándose la barbilla.
Se quedaron en silencio mientras
que el albino preparaba hojas sin mirarlo. Eso puso más nervioso a Hassle hasta
el punto en que no aguantó más.
-¿Qué va a pasar?
Ankar lo miró lentamente, y soltó
un bufido. Levantó un pergamino, y Hassle lo reconoció. Era la orden de
ejecución en su contra. Incluso con la poca luz podía leer las letras y el
sello oficial.
-Entonces…
-Entonces, quiero saber más. –Dijo
Ankar dejando de nuevo el pergamino en la carpeta. –Quizás cambie de opinión.
Hassle asintió, la oreja derecha
le temblaba en un tic que se detuvo con la mano. Odiaba eso de él, se le notaba
demasiado que estaba asustado, aunque casi nadie se daba cuenta.
-¿Conoces el idioma dracónido?
–Preguntó Ankar de nuevo con la pluma preparada.
-Sí.
-¿Lo hablas?
-Me resulta difícil, y hace años
que no lo practico, así que sería mejor decir que soy bueno leyéndolo y
escribiéndolo.
Escribió algo en el papel.
-¿Sabes el arte de la forja?
-Sí.
-¿Estarías dispuesto a crear armas
mata dragones con ese conocimiento?
-Jamás. –Contestó él
inmediatamente.
-¿Lo harías si tu vida dependiera
de ello? –Preguntó Ankar mirándolo seriamente.
-No.
-¿Y si te dijera que si me haces
una lanza mata dragones en estos días, rompo tu orden de ejecución?
Hassle lo miró extrañado, pero
negó con la cabeza.
-Juré ante la tumba de mi maestro
que solo crearía una única arma mata dragones, y esa fue mi daga… Ni siquiera
para salvar la vida haría otra.
-¿Y si te dijera que yo tengo un
asunto pendiente con un dragón horrible, que es un ser despreciable que mató a
varios de mis hermanos y me mutiló a tal punto de que quizás no pueda volver a
usar mi voz nunca más? ¿Harías esa arma para mí?
-Te diría que te acompañaría al
fin del mundo si hiciera falta, que lucharía a tu lado codo con codo, que
sangraría contigo si así lo quieres, pero no te haría un arma mata dragones.
La decisión de Hassle podía leerse
en los ojos carmesíes del viera. Casi parecía haber enojo en su mirada. Ankar
escribió algo más mientras pensaba. Miró de nuevo al mago rojo.
-Si te pidiera que hicieras un
arma normal. ¿Lo harías?
-¿Si es para ti? Sin problema,
hasta una mágica si quieres.
-¿Y si fuera para otro del grupo?
-No hay problema igual.
-Si te dijera que necesito una
armadura. ¿La harías?
-Claro.
-¿Y si te pidiera una armadura
para protegerse de los dragones?
-No he tenido nunca suficientes
materiales.
-Pero… ¿Si los tuvieras?
Hassle se quedó en silencio y
suspiró.
-Una armadura protectora de
dragones es algo completamente diferente a un arma que mata dragones. Quizás,
dependiendo de las circunstancias, podría hacerla. Si fuera para ti y tuviera
suficientes escamas, no habría problema, pues eres un dragontino, te conozco
desde hace un tiempo y sé que no atacarías a dragones, así que a ti si te la
haría. ¿A Onizuka o a Kahad? Quizás, si tuviera suficiente cuero dracónido…
¿Ylenia o Lomehin? La primera no tiene pinta de querer matar dragones, y el
segundo tiene un férreo código de honor, así que todo dependería del líder del
grupo… de ti.
Ankar escribió algo más antes de
volver a hablar.
-¿Hay miembros de los WyrmSlayers
en Doma?
-No, Doma es de los pocos lugares
donde no hay bases.
-¿Tienes conocimientos de esas
bases?
-Tengo datos precisos.
Escribió de nuevo.
-Si nos encontramos a miembros de
los WyrmSlayers… ¿Qué bando tomarías? ¿El del gremio, o el de tu grupo?
Hassle abrió los ojos, extrañado.
Se dio cuenta de que la elección de palabras de Ankar no fue al azar, ya que
dijo “el gremio”, y no “tu gremio”. Sin embargo, si dijo “tu grupo”,
refiriéndose a esa panda de locos en donde estaba metido el dragontino. Sonrió
abiertamente.
-Me encariñé demasiado con
vosotros, y ya saqué toda la información que podía del gremio. Me pondría de
parte de nuestro grupo, sin pensármelo dos veces.
-¿Y si hubiera más amigos en el
ataque? –Preguntó Ankar serio. Hassle se encogió de hombros.
-Es uno de los riesgos de ser un
espía. A veces puedes tener que dañar a tus amigos. No los mataría, si eso me
preguntas, pues no todos los que luchan en los WyrmSlayers son mata dragones.
-¿Qué quieres decir?
-Venta de armas ilegales, de
esclavos, de drogas, sobornos, robos, posadas, casas de apuestas, casinos,
extorsión, prostitución, secuestros… -Fue enumerando con los dedos el viera.
–Hay muchas maneras de trabajar dentro de los WyrmSlayers. Hasta tienen toda
una sección de cazadores de recompensas, como yo, pero solo la élite de esos
forman parte de los auténticos cazadores de dragones. Algunos ni siquiera han
visto de cerca un lagarto, mucho menos un drako de viento… ya no hablemos de un
dragón.
-¿Tienes conocimientos de…?
-Sí.
-No he terminado la pregunta.
–Dijo serio Ankar.
-Ibas a preguntar si tenía datos y
conocimientos de todo lo que te he dicho, y la respuesta es sí. Tengo datos de
ellos, incluso hace poco conseguí hacerme con la cara, el nombre y el título de
uno de los últimos cabecillas de la Hidra.
-Explícame eso.
-Dentro de un tiempo se van a
reunir todos los líderes de los WyrmSlayers. –Explicó Hassle con una sonrisa.
–No sé el momento ni el lugar todavía, pero esa información está reservada a
solo unos pocos. Además, WyrmSlayers es un gremio muy desorganizado. Solo están
unidos gracias a los líderes, por ello nos referimos al gremio entre los espías
como “La Hidra”, porque si cae un cabecilla, dos de los demás líderes lo
sustituirían hasta entrenar a uno nuevo. Pero si todas las cabezas son
cortadas…
-El cuerpo moriría…
Ankar escribió bastante antes de
volver a mirarlo, pero sacó una botella de bambú llena de agua y bebió de ella.
La tapó y se la lanzó a Hassle, que la tomó al vuelo de pura suerte.
-Bebe, creo que hace bastante que
no pruebas el agua.
-Gracias. –Dijo el mago rojo
terminando el contenido, que era casi todo. Cuando terminó, se lo lanzó al
albino otra vez. –Perdona, creo que me la acabé.
-No pasa nada. –Dijo él, y lo
miró. -¿Te quedan amigos en el gremio?
-Algunos… pero casi todos son
espías, como yo.
Ankar escribió y dejó la pluma en
el mismo lugar que la otra vez, bajo la silla. Guardó todos los papeles en la
carpeta y se levantó, acercándose a Hassle. La decisión en los ojos del albino
asustó en un momento al viera, y cuando levantó las manos, cerró los ojos,
pensando que iba a golpearle…
Entonces, escuchó una cerradura
abrirse, y sintió los brazos libres. Abrió los ojos, y pudo ver sus muñecas
libres… heridas por los mordiscos del metal, pero libres.
Miró hacia arriba y pudo ver a
Ankar de pie. Cuando iba a decir algo, sacó una hoja de pergamino. La orden de
ejecución de Hassle, y la rompió por la mitad frente a los ojos rojos y
sorprendidos del preso.
-Pero… -No llegaba a comprender lo
que acababa de hacer el dragontino. Este extendió su mano hacia él.
-Confirmé tu historia con
Alexandría, igual el hecho de que tienes tu daga registrada en el país.
-¿Entonces…? –Dijo el mago tomando
la mano de Ankar para levantarse. -¿Por qué esas preguntas?
-Porque quería estar seguro.
-¿Seguro de qué?
-De que eras mi amigo, y no un
cazador de dragones.
Hassle lo miró extrañado, y sonrió
abiertamente. No como solía hacer, si no una sonrisa de corazón, pues por algún
motivo, la forma de ser de Ankar le recordaba a la de Iregore. Apretó su mano.
-Ahora ya puedo decir que tengo un
nuevo amigo. –Contestó el viera. –Y me agrada de que seas tú, sinceramente.
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Varios estaban todavía esperando
noticias de la decisión de Ankar. Ylenia estaba en el jardín donde Dreighart
había caído inconsciente, pensando en todo lo que le habían dicho. Era cierto
que Ankar había hecho lo que Cyan había dicho, pero… ¿Qué derecho tenía él de
recordárselo? Lanzó una de las piedras de río al estanque, viendo como todas
las carpas se escapaban.
Lylth había estado casi cada hora
en el cuarto de Dreighart, tratando de hacerlo despertar. Si sus cálculos eran
correctos, y gracias a los libros de Doma creía que lo son, despertaría en ese
día. No estaba preocupada por Hassle, si no por Ankar, el cual parecía bastante
agotado y no queriendo hablar con nadie. Aunque, en cierta medida, lo entendía,
pues necesitaba estar despejado para tomar una decisión.
Lomehin se había aficionado a acompañar
a Onizuka en los entrenamientos, ya fueran de espada o simplemente tomando el
té, jugando una partida de go. No consiguió vencer nunca a Onizuka, pero no lo
frustraba, pues le gustaba esa atmósfera. Había decidido que, fuera lo que
fuese lo que Ankar decidiera, confiaría en él. Por lo tanto, decidió disfrutar
de esos días. Por algún motivo se sentía a gusto en aquel lejano lugar.
Kahad había estado practicando su
puntería en la zona de tiro con arco, lanzando shurikens. No podía depender
solo de la magia de Emberlei, mucho menos si esta estaba desconcentrada como
estaba ahora. Había visto los papeles que Ankar había recibido y sabía que
pronto vería al viera, pero prefería estar ocupado, y gracias a eso pudo ver la
puntería de Ellander en acción.
Sin embargo, había algo que le
molestaba de ella. Mientras lanzaba flechas, el ninja pudo ver a la al’bhed con
detenimiento, y se sorprendió al encontrar que tenía movimientos muy
calculados. Si no fuera porque es de una región desconocida, diría que fue
entrenada por ninjas en el arte del sigilo y del tiro con arco, pues le
resultaba familiar el modo en el que disparaba. Prefirió observarla más antes
de decir nada.
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Habían pasado ya tres horas, y el
dragontino y el mago rojo no habían salido del cuarto. Hassle había sacado toda
la información que tenía sobre los WyrmSlayers, y estaba explicando en ese
momento donde estaban las bases del gremio.
-Aquí… y aquí. –Dijo el viera
señalando en unos puntos de los mapas que había sacado de algunas ciudades. La
de aquí hace tiempo que no la visito, y la de Wutai del Oeste estuve hace poco,
por lo que sigue en activo.
Estaban ambos sentados en el
suelo, con varios pergaminos con mapas entre ellos. Había varios puntos marcados
con tinta roja donde estaban las bases, y Hassle usaba el pincel con dificultad
por falta de uso. Al lado de Ankar había un grueso libro con toda la
información que había recopilado el espía en el gremio, incluyendo nombres de
miembros y nombres de sus compañeros espías.
-Mucha de esta información ya está
en poder de Alexandría. –Explicó el mago rojo. –Todavía no he tenido tiempo de
informar de todo.
-¿Por qué?
-En Wutai me tenían vigilado, ya
que alguien acabó con dos de sus cazadores. –Dijo con una sonrisa. –Y en
Alexandría estuve todo el rato junto a las chicas, por lo que no pude
escabullirme para avisar a nadie.
Ankar asintió, mirando todos los
mapas de Hassle. Ese gremio oscuro era grande, lo suficientemente grande como
para ocultarse en las capitales y salir airosos sin ser descubiertos. Había
oído hablar de él hacía años, pero pensó que ya habían desaparecido.
-¿Cómo pueden ser tan grandes y
que nadie se haya dado cuenta? –Preguntó entonces el albino tomando el libro de
notas de su compañero. Éste se encogió de hombros.
-Que yo tenga entendido, hay
muchos gremios legales que están detrás de ellos. Pero el que tiene el oro hace
las reglas.
-Ya… sobornos. –Concluyó Ankar.
–Gracias a eso pueden operar.
-Los sobornos no son lo único que
usan. –Explicó el viera. –El chantaje también es muy útil en esos aspectos.
Además, muchas de las bases son negocios legales que usan para lavado de dinero
y ocultar miembros. Posadas, tabernas, tiendas… Ya te imaginarás.
-Entonces en esas tabernas se
entregan las órdenes, como si fueran sedes gremiales. –Reflexionó el albino
mientras tomaba una carpeta que le pasaba Hassle y la abría. Su compañero
asintió. -¿Cómo se comunican?
-Halcones mensajeros, carteros del
servicio de correos comprados, mensajeros, conjuros telepáticos… Estos últimos
son los problemáticos, pero ya hay gente en el asunto, y la verdad es que muy
pocos magos blancos están dentro del gremio.
Mientras Hassle preparaba una
nueva carpeta, Ankar leyó lo que tenía la que le había dado antes.
-Carteles de “Se Busca”… -Dijo
mirando algunos de ellos. El viera asintió.
-Sí. Para hacer dinero legalmente
el gremio acepta a veces órdenes para caza recompensas. El dinero es limpio y
abastece al gremio.
-Esta es tu lista. ¿Verdad?
–Preguntó Ankar pasando hojas. –Hay criminales bastante famosos.
-Si los capturo vivos, la
recompensa es mayor. –Dijo el mago rojo riendo. –Nunca les di un mísero guil,
eso sí. Los entregaba en la zona donde estaba, y no en la sede. Muchas veces se
molestaron conmigo, pero siempre les decía que no había nadie cerca del gremio
para arreglar el papeleo.
Siguió pasando hojas hasta llegar
a otras que tenían el sello de la serpiente alada de los WyrmSlayers. Tomó uno
de esos carteles y se lo enseñó a Hassle.
-Órdenes de asesinato. –Explicó el
viera. –Enemigos, objetivos del gremio, gente que ha desertado sin motivo. Ese
tipo de cosas. Son como los carteles de “Se Busca” pero estos solo los pagan
las sedes del gremio. Si se acaba con uno y se demuestra con, digamos, una
cabeza, te dan la suma ahí puesta.
El dragontino siguió pasando
carteles hasta llegar a uno específico. La orden contra Ylenia. Una recompensa
alta, aunque habían otros con peores números. Suspiró dejando la carpeta en el
suelo junto al resto de la papelería.
-Recuerdo que estos tuvieron como
aliados a otro gremio oscuro, uno que llevaba desde hace cientos de años en
activo, pero ese ya no existe. –Explicó Ankar.
-Normalmente absorben a sus
aliados, pero creo que se a cuál te refieres. –Habló el viera. –Un gremio ancestral
que cazaba a seres especiales. ¿Verdad?
Ankar asintió mientras tomaba la
tercera carpeta. En ella estaban escritos en idioma Burmeciano varias cartas
que tenía junto a su superiora.
-No hay muchos vieras en el
gremio. ¿Verdad?
-Verdad. Solo un pequeño puñado, y
casi todos en Burmecia. –Explicó Hassle. –Por eso el idioma que usamos es el
nuestro.
Asintió ante tal posibilidad.
Después miró hacia la puerta.
-Podéis entrar, si vais a estar
escuchando a través de la puerta mejor entrad y sentaros.
Se escuchó un golpe antes de
abrirse la puerta. Todos salvo Onizuka, Lomehin y Dreighart entraron en el
cuarto, mirando todo el desorden.
-¿Entonces? –Preguntó con dureza
Ylenia. Ankar la miró.
-Hassle no es un criminal.
–Explicó el albino. –Es un espía de Alexandría actuando encubierto dentro del
gremio oscuro conocido como WyrmSlayers.
-¿Cómo estás seguro?
-Mandé un mensaje a Alexandría.
–Explicó el dragontino. –Me mandaron su expediente. Con el sello del ejército.
Tiene su arma mata dragones registrada y está dando toda la información que
tiene.
-¿Y no has pensado que es una
treta para que confíe en ti? –Preguntó Ylenia mordaz, mirando al viera.
–WyrmSlayers tienen jueces en nómina, sobornar a un miembro del ejército no
sería difícil.
-Conozco a la persona que está a
cargo. –Explicó Kahad entonces. –No es precisamente una de esas personas a las
que se les puede sobornar con facilidad. Pieldorada es alguien de fiar.
-Entonces… ¿Ya está? –Dijo Ylenia
molesta. –¿Por un simple sello ya está todo arreglado? No. Me niego.
-Me parece perfecto. –Dijo
entonces Ankar sorprendiéndola. –Es por eso que vas a estar vigilándolo por si
hace algo sospechoso. Además, quiero que pongas en los mapas de Hassle las
bases que hayas denunciado.
-¿Cómo…? –Empezó a decir Ylenia,
pero se giró a Lylth. –Tú le dijiste. ¿Verdad?
-No, fui yo. –Sorprendió Ellander
a la de cabello gris. –No soy una espía, pero pensé que eso necesitaría saberlo
el líder de nuestra expedición.
-¿Ya te incluyes en ella?
–Preguntó de nuevo molesta Ylenia, a lo que Ellander la miró con fijeza.
-Él es el líder, él me aceptó. En
esta empresa está mi prima, que hace más de diez años que no veo, y gente que
comparte cierto paralelismo con lo que a mí me pasó. Por lo tanto, si, me
considero una más dentro del grupo.
Ylenia fue a replicar, pero Ankar
dejó el fajo de mapas en el suelo de repente.
-Ylenia, te doy esta misión.
Vigila a Hassle por si hace algo que no esté dentro de lo normal. Cuando te
convenzas de que es uno de los buenos, me avisas. ¿Queda claro?
Ella se quedó en silencio, mirando
a Ankar un tanto sorprendida. Pero no tardó en asentir. Al fin y al cabo le
estaban dando una tarea que podía realizar bastante bien, y no permitiría que
un WyrmSlayer hiciera lo que le diera la gana en ese grupo que cada vez más
cariño le daba.
-Bien, entonces vamos a comer.
–Dijo de repente Hassle con su sonrisa mientras se levantaba. –Tengo más hambre
que un licántropo a dieta de verduras.
Ylenia lo miró desconfiada, pero
cuando empezó a salir, ella se levantó y salió detrás de él. Cerraron la puerta
al salir, y Kahad lo miró.
-Habías hablado eso con él.
¿Verdad?
-Así es. –Contestó Ankar. –Sé que
algunos no confiaréis en él, así que la mejor manera de que lo hagáis es que os
lo demuestre. Lo que me lleva a lo siguiente. –Dijo mirando a Cyan y
entregándole el libro de notas de Hassle. –Cyan, eres experto en leyes, y
conoces a prácticamente cada noble de Gaia. ¿Me equivoco?
-Me conoces bien. –Contestó el
bardo tomando el libro. –¿Qué necesitas que haga?
-Quisiera que leyeras todos estos
datos y me digas si podemos empezar acciones legales contra el gremio. –Explicó
el albino. Después le dio los mapas. –Aquí hay varias de sus bases. ¿Crees
poder?
El bardo hojeó el libro y soltó un
pequeño silbido con admiración.
-Veo mucho material aquí… -Empezó
a decir mientras miraba ahora los mapas. –Aunque necesitaré algo de ayuda…
Kahad. ¿Podrías asistirme?
-¿Qué necesitas? –Preguntó
extrañado el ninja. Cyan le dio los mapas.
-Conozco la ley de Eblan y de
otros países, pero tú siendo un cargo en el ejército debes estar más
familiarizado con la de tu país. Además, con tus conocimientos de algunos
lugares, podríamos…
-Entiendo tu punto. –Cortó Kahad
al bardo. –Y extrañamente, es bastante lógico. Aunque para leer todo eso creo
que tardarás bastante.
-Mi querido amigo sombrío, cuando
estás en la universidad aprendes a leer rápidamente. Este libro no será un
problema. –Contestó con una sonrisa el bardo mientras se levantaba. –Vamos a la
biblioteca, ahí habrá mucha más luz y nos será fácil encontrar posibles libros
de referencia.
Ambos se fueron dejando al
dragontino junto a las dos al’bhed y la maga negra. Esta fue inesperadamente la
que habló.
-¿Cómo sabías que no era un mata
dragones? –Por la expresión de Emberlei, no parecía entender ese curso de
acción.
-Por un pálpito. –Contestó él.
–Madre siempre me dijo que hiciera caso de mis instintos, que suelen acertar. A
veces esos pálpitos son inconscientes y actúan por su propia norma.
-Pero podrías haberte equivocado.
–Dijo la chica contrariada. –Y podrías haber perdido mucho.
-Cierto. –Asintió Ankar. –Pero
vale más equivocarse salvando una vida, que puede tener solución, antes que
quitar una vida que puede ser una solución final. Además de que el que muera
puede ser inocente.
-No tiene lógica. –Contestó
Emberlei levantándose. –Tiene que haber una explicación para esos pálpitos, no
puede que exista una intervención sin fundamento.
-Los Cetra hablan con los dioses,
y los Viera con la naturaleza. –Contestó Lylth. -¿Por qué sería tan raro que
alguien tuviera un sexto sentido para estas cosas?
Emberlei la miró seria, como si
acabara de decir una estupidez.
-Las personas que se comunican con
la naturaleza leen las fluctuaciones del maná de la zona. –Explicó la de
cabellos morados. –Lo mismo que esos charlatanes que dicen hablar con los
dioses. Los dioses no existen, son cúmulos de maná sin forma física.
-¿Y Bahamut? –Preguntó de repente
Ankar, y ella lo miró.
-¿Qué ocurre con él?
-Bahamut es el Dios de los Espers.
–Dijo el albino. –Y tiene forma física. Hay dos personas que pueden invocarlo
en esta época, y a diferencia de otros espers que tienen el mismo nombre, solo
hay un único Bahamut.
-Bahamut es un esper. –Contestó
ella molesta. –Además de ser un dragón. Es normal que civilizaciones primitivas
pensaran que fuera un dios, igual que el resto de Espers. Los invocadores
éramos considerados como los servidores de los dioses, pero lo que pasa es que
no tienen la lógica de alguien que vive cada día con ellos.
-En mi tierra tenemos mucha más
lógica y tecnología que aquí. –Explicó Ellander de repente. –Y no por eso somos
menos espirituales. Uno de los mayores científicos y filósofos de Terra dijo
una vez que no puede entenderse la ciencia, la lógica y la magia sin antes
entender lo divino, y a la inversa.
-Entonces ese filósofo era un
estúpido, como todos los filósofos. –Dijo Ember con desdén. –Creeré en los
dioses cuando vea a uno de ellos. Y opino lo mismo de esos pálpitos. Cuando me
demuestres que son reales creeré en ellos. –Y después de eso, se marchó con
paso decidido.
-Últimamente está más irascible de
lo normal. –Dijo Ellander, mientras Lylth asentía.
-Sí, y no creo que cambie de
opinión. –Contestó su prima, y miraron a Ankar. -¿Entonces?
-¿Entonces qué?
-¿Qué vas a hacer ahora?
Ankar se quedó en silencio unos
segundos antes de contestarle.
-Primero quiero que todo esté en
orden antes de marcharnos. –Explicó el albino. –¿Cómo se encuentra Dreighart?
-Si todo va bien, despertará
pronto. –Explicó la maga blanca. –No creo que ya tarde mucho en reaccionar al
tratamiento.
-¿Sabes ya qué le ocurrió?
-Alguna idea tengo, pero todavía
debo confirmarlo. –Explicó Lylth. –No puedo dar un diagnóstico fiable si no
tengo todas las variables.
-Bien. Avísame cuando despierte,
por favor. –Pidió el dragontino. –Quiero que estemos preparados lo antes
posible.
-¿Otro de tus pálpitos? –Preguntó
Ellander, a lo que Ankar asintió.
-Si… y por desgracia no es uno que
me guste.
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Kahad y Cyan se enclaustraron en
la biblioteca de Doma con varios libros que tomaron prestados. La luz había
descendido mucho desde que empezaran a estudiar, y pronto sería de noche.
En un libro de notas, el bardo
había estado apuntando varias cosas mientras hablaba con el ninja.
-Por lo que veo, tenemos nombres
de nobles y mercaderes. –Explicó Cyan quitándose los lentes. –Mucha de esta
gente será problemática de incriminar.
-Por eso me pediste ayuda. –Dijo
con una sonrisa el ninja. –Porque puedo contactar con los espías de Eblan para
conseguir pruebas. ¿Verdad?
-No se os escapa una, mi sombrío
amigo. –Dijo Cyan frotándose los ojos con una mano. –Pero aun así, será muy
difícil de conseguir.
-¿Qué pruebas necesitaríamos?
–Preguntó Kahad apilando los mapas.
-Documentos oficiales… -Empezó a
decir el castaño. –Testigos… pruebas que los incriminen de algún modo…
Incriminar a un noble no es fácil, sobre todo si tiene dinero.
-Déjame enviar unas cartas. –Dijo
el ninja tomando pergamino, tinta y pluma. –Si lo que necesitamos son ese tipo
de pruebas, conozco a las personas adecuadas que pueden ayudarnos. Al fin y al
cabo si tenemos tantas pruebas podemos saltarnos algunos procedimientos.
-La red de los ninjas es grande.
–Dijo Cyan juntando el dosier. Kahad asintió. –Dime… ¿qué opinas de este cambio
de eventos?
-¿Te refieres a lo de Hassle?
–Ante la pregunta del ninja, el bardo asintió. –Como dije, conozco a la persona
que está a cargo de nuestro amigo viera. Es una mujer de armas tomar, pero muy
de fiar.
-Pero… ¿Qué opinas tú?
-¿Yo? –Se encogió de hombros.
–Confío en el criterio de Ankar.
-Sigues sin contestar mi pregunta.
-Creí que con eso bastaba.
-No mucho, la verdad.
-Bueno… Normalmente cuando alguien
miente tiene ciertos tics. –Explica el ninja. –Tú como bardo debes haberlo
visto. Siempre tienen un modo de esconder sus mentiras. –Cyan asintió mientras
recogía algunos de los papeles que habían estado escribiendo. –En el caso de
Hassle es igual. Si hubiera mentido, hubiera sonreído de una manera diferente,
o se habría rascado la oreja, o algo. Me fijé en todo momento. No ha hecho nada
de eso.
-Pensé que era el único que se
estaba fijando en esas cosas. –Contestó con sincera admiración el bardo. –No me
esperaba que tú también lo miraras.
-No voy a poner en peligro mi
misión solo porque una persona se equivoque. –Explicó Kahad. –Sin embargo, eso
unido a que Ankar le dio una segunda oportunidad es suficiente para mí.
-Por desgracia, no lo es para mí.
–Dijo Cyan suspirando. –No me malentiendas, confío en el criterio de Maese Ankar,
ha demostrado que tiene un buen tino para la gente, pero la vida me ha enseñado
que los más fáciles de engañar son los que creen en algún código.
-Puedo entenderte… Pero por eso
nos mantendremos vigilantes. –Comentó Kahad. –No solo Ylenia lo vigilará. Siempre
estaremos uno de nosotros con él. ¿Qué te parece?
-Querido Kahad, me parece una
excelente idea. –Contestó Cyan extrañamente serio. –Además, nosotros no
tendremos una mirada perjudicada por el pasado como la que puede tener nuestra
dama de hielo.
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Ylenia miraba fijamente a Hassle
mientras comía. No podía entender cómo podía comer con tanta tranquilidad toda
aquella comida después de haber estado en prisión. Estaba irritada, molesta, y
aun cuando Ankar le había dado una segunda oportunidad, por mucho que pueda
decir conocía demasiado bien los procesos de los malhechores. No era difícil
hacer que alguien falsificara documentos oficiales, incluso en Alexandría.
Por su parte, el viera no dejaba
de comer, pues los días que estuvo a oscuras le habían hecho mella con esas
asquerosas gachas que le dieron de comer. Echaba de menos la comida bien hecha
y regada con vino, aunque fuera de arroz. Miró entonces a Ylenia, y le sonrió.
-Entiendo tus reticencias. –Dijo Hassle
llenando su copa de sake.
-No entiendes nada. –Dijo ella
molesta, sin dejar de mirarlo.
-Oh, calma, Ylenia. Que aquí nadie
está atacándote. –Le contestó él bebiendo el licor.
-Tú me atacaste al estar en ese
gremio. –Repuso ella apartándose un poco. –A mí y a todos los que tu asqueroso
grupo ha hecho infeliz.
-¿Aun cuando demostré que era un
espía alexandrino en el gremio? –Preguntó extrañado él.
-Es fácil falsificar documentos.
–Contestó ella. –No me fío de ti, no voy a dejarte ni a sol ni a sombra.
-¿También cuando vaya al baño?
–Preguntó con una sonrisa él, pero ella golpeó el suelo con el puño.
-¡Maldita sea, Hassle, esto es
serio! –Gritó ella. –¡No pienso tolerar que te tomes a broma lo que ando diciendo! ¡Conozco a
demasiada gente que ha sufrido de esclavitud por culpa de los WyrmSlayers! ¡De
gentuza como tú!
-Bueno, me hace gracia que pienses
que todos los pájaros sean gajos. –Contestó sin perder la sonrisa el viera.
–Pero yo haría lo mismo que tú.
-No me vengas con tonterías,
Hassle. –Dijo ella de nuevo.
-No, no son tonterías, te digo la
verdad. Si tú hubieras atacado a Ankar y yo tuviera que vigilarte, obviamente
desconfiaría de todas tus palabras. Ya lo hablé con Ankar, es normal que
algunos desconfíen de mí después de lo que le hice a nuestro amigo. Pero oye,
eso ya quedó entre él y yo.
-No sólo debe quedarse entre
vosotros dos. –Dijo con voz venenosa la chica.
-Uy, cuidado con ese tono,
querida. –La sonrisa de Hassle no desaparecía, ni siquiera cuando hablaba serio.
–Yo no hice nada para molestarte, creo yo.
-No me hagas repetirme.
-Entonces dame una respuesta
concreta. –La voz del viera se puso seria, pero la sonrisa no la perdió.
Ella soltó un bufido, mirándolo
con seriedad. No podía entender por qué esa sonrisa le estaba molestando tanto,
pero tampoco podía entender por qué seguía sonriendo.
-Estás metido en un gremio que
prefiere esclavizar gente que ganarse la vida honradamente. Todos los que ahí
están son despojos de la sociedad, asesinos en masa, ladrones y demonios.
-Oh, ya veo. Entonces según tú,
hasta el niño que roba para poder dar dinero y que no lo maten también es un
despojo de la humanidad. –Contestó Hassle con calma. Ylenia lo fulminó con la
mirada.
-No es…
-¿Lo mismo? –Terminó Hassle, algo
cansado de la conversación. –Déjame hablarte de un muchacho al que conocí,
Ylenia. Era un muchacho inocente, bueno con las letras y la magia. Tenía un
buen maestro y una madre que amaba. Pero un día, esa madre que amaba fue
asesinada por un dragón, y su maestro fue herido de gravedad a tal punto que le
pidió a este chico que acabara con su sufrimiento. Este chico juró vengarse, y
desde entonces está dentro de los WyrmSlayers, buscando venganza. Pero todo lo
que hace para el gremio es curar a gente, vivir honradamente, y solo tiene que
mantener en su casa a aquellos miembros de WyrmSlayers que vayan por ahí y
busquen refugio. En pocas palabras, solo deja dormir en su casa a algunas
personas mientras él cura a los del pueblo. ¿Es un despojo de la humanidad?
-Podría vivir sin estar dentro de
ese gremio.
-Podría, sí, pero entonces no
tendría información de su venganza. Y como a él no le interesa en lo más mínimo
la misión de los WyrmSlayers, vende información de ellos a gente como yo. –Dijo
Hassle mirándole a los ojos. –Conocí a una muchacha que vivió toda su vida como
esclava de WyrmSlayers. Le debía todo a uno de los miembros que la compró.
Cuando le entregaron su libertad, no supo qué hacer con ella.
-No me hables de esclavos, conozco
mejor que tu sobre ese tema. –Dijo fría la chica, pero Hassle no se quedó
callado.
-La muchacha terminó sin saber
cómo vivir, como moverse, cuando hacer algo y cuando no. Un buen hombre del
gremio la adoptó y le enseñó a vivir por su cuenta. Cuando ese hombre murió,
ella ocupó su lugar y empezó a comprar esclavos para liberarlos. ¿También es un
despojo de la humanidad?
-¡Eso no habría pasado si no fuera
esclava! –Gritó de nuevo Ylenia.
-Quizás sea cierto, pero es la
época en la que nos ha tocado vivir. –Dijo imperturbable el viera. –Te guste o
no te guste.
-No es lo mismo… Lo que dices y lo
que ocurre son dos cosas diferentes.
-Claro, olvidaba que eres la
blanca inmaculada, la que nunca rompió un plato. –Dijo frío ahora el viera,
mirándola a los ojos. –Porque claro, tu dolor es más fuerte que el de los
demás. ¿Verdad? ¿Qué importa que un chico de las arenas de gladiadores tuviera
que matar a cinco de sus mejores amigos y dejar que lo violaran para poder ser
libre, aun cuando esa libertad fue conquistada con sangre y dolor? ¿Qué más
dará si fue una WyrmSlayer la que compró su libertad para evitar que matara a
más de sus amigos, para evitar que cayera en la oscuridad sin retorno? –Dejó
los palillos encima de su cuenco de arroz vacío. –¿Qué es peor, que tu hayas
sido poseída por un demonio, o que el propio demonio te haya convencido de
hacer maldades para sobrevivir?
-¡No es para nada igual! –Gritó
ella poniéndose de pie. –¡¿Qué sabrás tú?! ¡Has vivido con calma y rodeado de
lujos toda tu maldita vida! ¡No has tenido que escarbar en la basura para
buscar un mendrugo de pan sin demasiado moho para llevarte a la boca! ¡No has
tenido que venderte para que no te mataran! ¡No sabes nada!
-Si eso es lo que piensas… -Dijo
el viera sin alterar su voz. –Entonces supongo que así será. –Dijo y tomo de
nuevo sus palillos para comenzar a comer la carne. –Teniendo en cuenta que tú
lo sabes todo sobre la vida, entonces yo habré vivido rodeado de lujos, con
comida caliente todos los días y una manta por las noches. Yo no tuve que vivir
en un orfanato donde solo nos daban de comer una vez al día, donde no había
dinero para comprar leña para el fuego durante el invierno en Narshe, época en
la que cada día había un niño que no despertaba por la mañana. –Masticó la
carne, esta vez más deprisa. –Pero claro, yo soy un WyrmSlayer, yo vivo en una
casa de oro con copas de cristal Burmeciano. Bebo hidromiel de Lix todos los
días y compro ropas a Elfheim. –Se encoge de hombros. –Piensa lo que quieras.
Solo tengo a dos personas que demostrar lo contrario, y tú no eres una de
ellas.
=============================================
Lylth dejó a su prima hablando con
Ankar sobre religión. Aun cuando ella era una maga blanca no profesaba el
sacerdocio hacia Goddess, la diosa blanca, y prefería quedarse a un lado cuando
empezaban esas conversaciones. Que si las tres diosas de la magia, que si los
cuatro dioses elementales, que si los cuatro grandes dioses… Ella sabía de eso
la teoría, pero prefería dejárselo a otras personas. Cuando le preguntaron si
iba a entrar en el sacerdocio de Goddess al ser una maga blanca, se negó en
redondo. Su abuela no era una sacerdotisa y llegó a ser una poderosa maga
blanca con el título de devota. ¿Por qué ella debería ser diferente?
Sin embargo, no los había dejado
porque no le gustara la religión, sino porque tenía algo más en mente. Pasó por
el almacén de hierbas medicinales y tomó varias para preparar una nueva
infusión. Había estado cuidando de Dreighart desde que había caído en ese
extraño coma, y la alimentación había sido difícil pero no imposible. Un trapo
empapado de infusiones, pociones y demás líquidos hizo que no se deshidratara o
desnutriera, así que por ese lado estaba tranquila.
Cuando llegó a la habitación y la
abrió, miró desde ahí al ladrón, todavía con los ojos cerrados en el futón. Le
hizo una inclinación de cabeza a la muchacha que cuidaba de él y se apartó para
dejarla salir. Cerró la puerta, colocó la pequeña mesa cerca de él y se sentó
en el suelo, colocando todos los enseres que tenía en la bolsa para empezar con
la infusión.
Desde que lo conoció había sentido
la energía que había en su interior, y pocas cosas recordaba de sus tierras…
Pero el brillo de los ojos del peliazul era demasiado característico… Lo había
visto de pequeña en alguna ocasión, y en los libros de sus padres, pero en un
mundo donde la magia era tan típica… Sincerándose consigo misma, existía la
duda de si realmente era o no era el mismo brillo.
Tomó el agua caliente y llenó una
tetera, y colocó en una bolsa de papel varios restos de las hierbas que estaba
preparando. El olor a flores inundó la habitación mientras la infusión se iba
preparando, y ella le colocaba gotas de varias pociones que traía consigo. La
alquimia fue una de las asignaturas favoritas que tuvo cuando aprendió el
oficio, y necesitaba de ella para crear esos remedios tan especiales. La mente
era algo muy difícil de tratar, y las dosis debían estar fríamente calculadas…
Pero debían estar haciendo efecto si se le empezó a desbaratar el cerebro.
Recordó cuando Dreighart le pidió
ayuda. Fue en Burmecia, después de la batalla contra Quetzacoatl. Dijo que
temía tener problemas por el lanzado hacia el Ave de Jade, y ella había
empezado un tratamiento con infusiones, algo no muy invasivo y fácil de
digerir, pero que despertaría recuerdos bloqueados. Sin embargo que tuviera un
ataque nervioso al tratar de recordar algo y que su cerebro se apagara por
protección era algo que no habría esperado. Le preparó la misma infusión que
ahora, una amalgama de plantas y flores junto algunas gotas de pociones más
elaboradas que hacían que el olor que la infusión desprendía reactivara la
memoria cognitiva, mientras que al beberla calmaría los nervios y el choque
sería más suave. En la teoría debería tomar algo de tiempo, pero temía que los
ataques eléctricos de aquella batalla estuvieran acelerando el proceso.
Removió con un palito las hierbas,
y escanció la mezcla en otra tetera mientras se colaba en una pequeña red. La
mezcla sin sedimentos tenía un tono morado, casi violeta, que parecía un simple
té de flores. Asintió satisfecha mientras inspiraba el olor con fuerza.
-Perfecto…
Tomó una compresa y la llenó de la
infusión, y tras escurrirla se la colocó en la frente a Dreighart. Se secó su
propio sudor y empezó a guardar en botellas la infusión que quedaba para que el
ladrón se la tomara al despertar. Suspiró con satisfacción y se sentó al lado
del futón del chico y abrió el libro que le dio el abuelo de Onizuka para
estudiar un rato. Quizás con suerte despertaría en poco tiempo.
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No recordaba cuando había llegado hasta ahí, pero algo le decía que
debía moverse, y rápidamente. Podía escuchar el sonido de los pájaros mientras
el sonido de las campanas hacía saber que ya era tarde. En esa zona de la
ciudad no solía llegar la luz del sol, por lo que muchos sabían las horas por
las campanadas o los relojes. Estaba subido a lo que pensó que era un árbol,
pero eso no era posible, pues los árboles no crecían en esa zona de los
suburbios, ya que llevaba años abandonada por todos los gobiernos que había
habido.
Miró hacia abajo, y pudo ver el color que estaba buscando. Azul
eléctrico. Tan parecido al suyo… Se bajó del árbol y se ocultó bajo una
construcción para niños. A un lado pudo ver a Juto, agachado detrás de un
barril de metal, y al otro lado pudo ver dentro de un armario a Ludius, también
oculto. Los tres se miraron y asintieron, saliendo de sus escondites con mucho
sigilo. Giraron a la derecha, y siguieron esos cabellos en silencio. Llevaban
mucho tiempo juntos y sabían cómo moverse. Se escondió detrás de una gran masa
de metal, colocando su espalda en ella, y sacando un pequeño cilindro negro
miró a través de él por detrás de sí. Unas construcciones en forma de animales
intentaban ocultar a la chica que buscaban, pero esta estaba moviéndose hacia
una zona despejada. Podía ver como estaba hablando con un hombre, alto como una
torre y con un traje de etiqueta de color rojo. Sus cabellos, cortados a la
manera militar, eran también pelirrojos.
¿De qué estarían hablando? Y lo peor de todo… ¿Por qué tanto
secretismo?
Bajó el catalejo y se movió por los escombros para escuchar mejor,
acercándose con cuidado entre metal y suciedad. Apartó un par de bolsas sin
hacer ruido, se arrastró por el suelo y de fondo podía escuchar como sus dos
compañeros hacían lo mismo que él por su parte. Al final consiguió acercarse
más a la pareja y notó que la discusión estaba empezando a acalorarse. Se
levantó como pudo y apoyó de nuevo su espalda contra una pared de piedra medio
derruida, mientras veía como sus amigos hacían lo mismo pero en otras zonas. La
voz de ella le llegó entonces con claridad.
-… años con esto, y aún no ha ocurrido nada. ¡Me prometieron
resultados!
-Te dije que requeriría tiempo. –La voz de él era educada pero
inflexible, casi carente de emoción.
-¡Demasiado tiempo! –Ella golpeó una puerta de metal haciéndola caer, y
levantó el puño con algo colgando de él. –¡Usted me dijo que sería lo más
impresionante que el mundo vería, y lo único que hace…!
-Lo que hace es convertirte en la más grande de entre los tuyos.
–Repuso el hombre con dureza.
Ella golpeó de nuevo una pared y completamente fuera de si, lanzó el
objeto hacia donde estaba él escondido.
-¡Estoy harta de esperar! –Gritó ella. –¡Quiero resultados, y los
quiero ahora!
La discusión continuó, y él aprovechó para agacharse para recoger lo
que ella lanzó. Cuando se empezó a levantar, ya apoderado de ese objeto, pudo
ver que sus compañeros lo miraban y asentían. Se levantó completamente, pero un
sonido le puso la piel de gallina. Miró a uno de sus compañeros en el preciso
instante en que unos barrotes de hierro caían en un gran estrépito. Miró a la
chica, que se giró, y una gran llamarada apareció iluminándolo todo. Gritó
horrorizado al esconderse detrás de la pared.
-¡No!
Se levantó rápidamente del lugar y salió corriendo en la dirección
opuesta, donde no estaba ni ella ni el desconocido, pero perdió el equilibrio y
tuvo que tomarse de un barrote para no caerse. Una llamarada nueva casi le
devora la cabeza, y al mirar atrás, pudo ver otra gran masa de fuego… Gritó.
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Abrió los ojos de repente, con la respiración
agitada. El techo no le parecía familiar, pero al mirar al lado vio a Lylth
quitándole una compresa de la frente.
-¿Qué ha pasado? –Preguntó
Dreighart levantándose. Le dolía todo el cuerpo, como si le hubiera apisonado
un monstruo.
-Te desmayaste. –Contestó la maga
blanca mientras se giraba para tomar un vaso, acercándoselo. Al mirar, el
peliazul pudo ver que era agua. –Creo que tuviste una experiencia traumática.
-Recuerdo que charlaba con Ylenia…
-Dijo, pero se interrumpió cuando Lylth le puso el vaso de agua en la mano.
-No fuerces tu cerebro. –Dijo
ella. –Toma esto, perdiste agua al sudar.
-Gracias… -Repuso él tomando el
agua. La frescura le supo a gloria. –Tuve un sueño muy extraño.
-¿De verdad?
-Si… -Contestó él, dejando el vaso
vacío. –Pero casi ya no lo recuerdo.
-¿Qué recuerdas? –Preguntó la maga
blanca con calma.
-Solo… Tristeza. –Dreighart se
rascó la cabeza. –Tristeza… terror… y dolor. Una llamarada que me engullía
entero…
-Bien… Ya no te fuerces más. –Dijo
ella dándole un nuevo vaso, lleno de infusión fría. –Bebe.
El ladrón obedeció. Conocía ese
sabor, era la misma infusión que tomaba diariamente, pero ella se la dio fría
esta vez.
-¿No que debía tomarla caliente?
–Preguntó el peliazul. La chica se encogió de hombros.
-Caliente tiene más efectos, pero
ahora es mejor que la tomes fría. –Contestó mientras cerraba su libro.
-¿Qué pasó con Hassle?
-Oh, cierto… Estás muy
desactualizado, dormiste mucho.
-Espera… ¿Cuánto dormí?
-Casi una semana.
-¡¿Cómo?! –Exclamó el ladrón.
-¿Una… semana?
-Más o menos, sí. –Corroboró ella.
–Pero en esa semana pasaron algunas cosas. Resultó que Hassle es un espía de
Alexandría dentro de los WyrmSlayers. –Explicó la maga blanca mientras guardaba
las botellas en una bolsa. –Solo se le fue la cabeza al enterarse de que sus
dos amigos habían muerto.
-Ya veo… -Dijo el ladrón algo
triste. –Yo también hubiera reaccionado igual…
Pero se quedó callado, recordando.
¿No habían muerto sus dos amigos…? ¿No había matado a ese alguacil…? ¿Cómo era
su nombre…? No recordaba a aquel hombre… ¿O era una mujer?
Su cabeza empezó a doler, y Lylth
le apremió a beber más. El dolor remitió.
-No trates de forzarte, te digo.
–Repitió la pelirrosa. Él asintió.
-Mejor me levanto. –Comentó
Dreighart alzándose con dificultad. –Me duele todo el cuerpo… Y necesito
nutrientes.
-Sería mejor que fueras a comer
algo, pero me preocupa que vayas solo.
-No te preocupes, ahora ya estoy
bien… más o menos. –Repuso él sonriendo, y la miró. -¿Cómo va el plan de irnos?
-Ahora que estás despierto,
seguramente tardaremos menos en irnos.
-¿Me estabais esperando? –Preguntó
extrañado. Ella lo miró sin entender.
-Por supuesto. Ankar así lo
decidió. ¿Tanto te extraña?
-Yo… no, no, para nada… -Dijo
entonces, algo azorado. –Debería ir a hablar con él antes de ir a comer.
-Como veas que te sientas mejor.
Pero no fuerces la máquina, por favor.
-Claro. –Dijo él sonriente y
comenzó a caminar, pero al salir se encontró con Ellander, que iba precisamente
hacia la habitación. –Vaya, hola.
-¿Te sientes mejor? –Preguntó la
pelirroja. El ladrón asintió.
-Sí, quizás el cansancio pudo
conmigo. –Contestó él. –Voy a comer, tengo mucha hambre, y la doctora dijo que
debía comer.
La pelirroja lo miró extrañada
mientras observaba marchar al joven. Cuando lo perdió de vista se giró a su
prima, que seguía recogiendo cosas.
-¿Lo has oído? –Preguntó a Lylth.
Ella solo asintió. -¿Se suele usar ese término en Gaia?
-La verdad es que no. –Contestó la
maga con un suspiro. –Normalmente se usa el término de “Curandero” o de “Mago
Blanco”, pero el de “Doctor” aquí no existe.
-El término es de Terra… ¿Les
hablaste de algo?
-No… -Contestó ella mirando a su
prima. –Intuyo que… sus recuerdos están alterados.
-¿Qué quieres decir?
-Él cree que es un humano de Gaia.
-Pero eso no puede ser. –Repuso
Ellander sentándose en el suelo junto a ella. –Salta a la vista que es un
Selkie.
-Ya, si eso ya lo sé… -Contestó la
maga blanca masajeándose las sienes. –Y no cualquier Selkie, si me fío de sus
ojos.
La pelirroja abrió la boca,
sorprendida.
-Entonces estaba en lo correcto.
–Dijo ella. –Él es…
-Es Dreighart Firius. –Cortó
Lylth. –Al menos de eso estamos seguros.
-¿De verdad…? –Repuso Ellander,
pero suspiró, entendiendo. –En fin… Ya que estamos a solas… Pongámonos al día.
Hace años que no sabemos de ti.
Por toda respuesta, Lylth sonrió
antes de ponerse a hablar.
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Todavía tuvieron que pasar otros
siete días antes de que Ankar decidiera que el grupo estuviera preparado. Dreighart
entrenó junto a Kahad para recuperar la musculatura perdida por los días
inconscientes, aunque como el propio ninja dijo, no había sido mucha la
pérdida. El ninja le puso al corriente sobre lo ocurrido completamente, y algo
que no entendía el ladrón era que, si habían algunos que no confiaban en
Hassle… ¿Por qué dejarlo todo el tiempo cerca de Ankar?
Y es que durante esos días, el
viera y el dragontino estuvieron charlando sobre todo lo referente al gremio,
bajo la atenta mirada de Ylenia en algunas ocasiones, o de Cyan tomando notas…
O de ambos al mismo tiempo. El albino decidió entregarle sus armas aun con las
protestas de la guerrera.
El penúltimo día, Lomehin por fin
aceptó la palabra del anciano Onizuka, y dejó su vieja espada con él a cambio
de la que le dio. Durante todo el tiempo que estuvieron, el Caballero Oscuro
entrenó con Onizuka y con Ylenia, aunque la mayor parte de las veces pasaban el
día jugando en el tablero.
Por su parte, Emberlei se había
recluido en la biblioteca y devoraba libro tras libro, como si buscara algo en
particular. Lylth y Ellander en una ocasión la encontraron con libros de
psicología humanoide, pero murmuraba cosas como “No tiene sentido”. Cuando le
preguntaban a qué se refería, ella tan solo negó y tomó el libro para leer en
silencio, apartada de los demás.
El último día antes de marcharse,
cuando estaban cenando, un sirviente llamó a Onizuka, y lo llevaron hasta la
habitación de su abuelo. Cuando llegó, se sentó con las piernas cruzadas al
lado de la ventana, junto al anciano, ambos mirando hacia fuera. Se quedaron en
silencio, pues el joven samurái sabía que en el momento en que su abuelo
quisiera decirle algo, no dudaría en decírselo.
Estuvieron escuchando el correr
del agua en la balanza de bambú durante un rato hasta que llegó una sirvienta
con una mesa y dos tazas de té. Ambos tomaron un sorbo, y el pelirrojo pudo ver
que al lado de su abuelo había un paquete largo de tela, que daba toda la
sensación de que era una katana. Pero no dijo nada.
-Mañana ya es el día del adiós.
–Dijo de repente su abuelo. Él tan solo asintió.
-Así es.
-¿Cómo está la moral del equipo?
-¿Desde lo de Hassle? Bueno… -Se
encogió de hombros ante su propia pregunta. –Algunos todavía no confían en él,
como Ylenia o Cyan. Aunque Cyan lo disimula muchísimo mejor.
-Es un bardo, al fin y al cabo.
–Dijo riendo su abuelo.
-Sí, bueno… Por lo demás, creo que
iremos bien.
El anciano asintió, y se giró
hacia el pelirrojo, colocándose de rodillas. Onizuka lo imitó, y pudo ver como
tomaba el paquete de tela y lo desenvolvía. Como pensaba, era una katana, pero
toda la superficie era negra. Pudo ver como la empuñadura estaba tejida con
hilos negros, su guarda era de un metal oscuro y circular con forma de una
serpiente mordiendo su cola, y la vaina igual era de un negro mate sin
iluminar. Ryuusuke sacó de su vaina la katana y se pudo ver como la hoja era
negra como la noche sin estrellas, con una luna justo encima de la guardia, con
un tigre negro dentro de la luna. La luz de las linternas de papel o de la luna
no se reflejaba en la hoja de esa espada.
-Es muy bella. –Dijo el pelirrojo,
a lo que su abuelo asintió.
-Esta es una de las katanas más
emblemáticas de Doma. –Explicó el anciano tomándola con reverencia. –Kokuutoraken. La espada del tigre negro.
Es una de las katanas que demuestran el seguimiento de un samurái noble. Data
de la época en que Doma era mitad elvaan. –Miró a su nieto. –Es la espada que
tu padre utilizaba antes de marcharse.
Onizuka se puso serio. Poco habían
hablado de su padre, salvo cuando le explicó el por qué había desaparecido.
Miró la espada, recordando cuando su abuelo le dijo que durante el embarazo de
su madre, esta había caído muy enferma, y su padre, Ryuuho, había salido de
Doma para encontrar una cura milagrosa que los magos de Doma nunca pudieron
encontrar… Desgraciadamente nunca regresó, su madre perdió la vida en el parto,
y con su padre también se perdió la espada milenaria del clan Onizuka, la Ikkitousen, una katana legendaria que
databa a las guerras entre Elfos y Humanos.
Su abuelo le extendió la espada
hacia él con ambas manos, y él la tomó de igual manera, sintiendo su peso.
-Esta espada ahora te pertenece.
–Explicó el anciano. –Si pudiera, te daría la Ikkitousen, pues ya tienes edad para…
-Lo entiendo, abuelo… -Dijo el
joven. –Pero no sé si deberías…
-Ya eres merecedor de este honor.
–Cortó Ryuusuke. –Igual que tu padre y tu abuelo antes que tú. Ya no eres un
monstruo, ahora controlas tu poder, e incluso eres experto en el uso de las
técnicas milenarias de los samuráis de exterminio de demonios… Y además, tienes
una misión honorable y muy respetable… Lleva esto como símbolo del clan y del
reino, por favor.
El joven miró a su abuelo
asombrado, pero después se puso serio e hizo una gran inclinación hasta tocar
el suelo con la frente.
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Al día siguiente, cuando el sol
salía por el este, una gran niebla cubría toda Doma. Lylth y Hassle habían
comprado ropas nuevas en esos días, ropas de mago más enfocadas a la batalla y
de corte domés. En el país samurái llamaban a esas ropas “Túnicas de Shugenja”,
ya que a los magos de Doma se les llama “Shugenja” y saben luchar con armas, y
su aspecto era más parecido al de Onizuka que a los magos típicos. Kahad y
Dreighart compraron algunas ropas también similares, enfocadas a la ligereza.
Todos iban ataviados con sus armas o ropas nuevas, así que ya estaban
preparando a los chocobos cuando llegó el viejo Onizuka acompañado del joven
hombre de la depuradora.
-¿Ya os vais? –Preguntó el daimyo
con una sonrisa. -¿Ni siquiera una despedida o algo?
-Vamos, sabías que nos marchábamos
al amanecer. –Dijo su nieto sonriente.
-Sí, por eso vine. Mi amigo Cid
quiere unas palabras con tu amigo albino.
Extrañado, el dragontino se acercó
a ellos y el joven se apartó. Ambos quedaron algo alejados, y el de cabellos
rizados suspiró.
-¡Buh! Que aventura llevas.
¿Verdad Ankar? –Dijo Cid, pero el albino lo miró extrañado. –Ah, claro. No me
habías dicho tu nombre y te acabo de hablar directamente. Bueno, es normal,
después de todo fue tu madre quién me habló de ti.
-Mi… Espera. ¿Mi madre?
-Sí, claro, Angelus. Tu madre. Ya sabes,
entre doce y veinte metros de tamaño, escamas azules, ojos verdes como los
tuyos… Angelus.
-Sí, ya entendí, pero… ¿Cómo
conoce a mi madre?
-Oh, querido Ankar, no me trates
de usted. Te conocí cuando estabas todavía en pañales, así que puedes llamarme
“Tío Cid”, el “Tío Cid Einhery”.
-… ¿Me lo estás diciendo en
serio…?
-No, claro que no. Con solo Cid
basta. –Dijo el joven de la túnica con una sonrisa. –Pero es cierto que Angelus
y yo somos viejos amigos. Nos conocemos desde hace más de trescientos años, año
arriba, año abajo.
-Oh… Pocas veces he tenido la
oportunidad de hablar con alguien que conoció a mi madre antes de tomarme como
hijo. –Confesó el albino. –Es grato ver a alguien que le tiene tanta estima.
-Por supuesto que le tengo estima,
es una de mis mejores amigas. –Contestó Cid dándole un golpecito en el hombro.
–Pero eso no era lo que quería decirte. Verás, Ankar… -De repente, la seriedad
del hombre puso en guardia al dragontino. –Quiero mucho a tu madre, es como una
hermana, y por lo tanto eres como un sobrino… Si en algún momento ocurre algo,
lo que sea, y necesitas ayuda… Solo tienes que buscarme. –Dijo con solemnidad y
le dio un pergamino al dragontino. –Solo pon “Soy Ankar Einor, necesito tu
ayuda” y te buscaré. ¿De acuerdo?
-Es… muy amable por tu parte…
-Contestó el albino tomando el pergamino, con curiosidad. –Pero… ¿Por qué…?
-Los caminos de Crystalos son
misteriosos… -Cortó el ingeniero, con una sonrisa. –Aunque desearía que nunca
tuvieras que usar ese pergamino. –Le extendió la mano, y Ankar la estrechó.
–Fuerte, como tu padre…
-Gracias, Cid…
-Cuídate mucho, Ankar. Espero no
tener que verte hasta dentro de mucho tiempo.
Se apartaron y Ankar se regresó
hacia el grupo. Lylth le miró desde el chocobo que compartía con el dragontino.
-¿Todo bien?
Ankar miró a la chica, y luego
hacia atrás, donde estaba el hombre alejándose mientras tarareaba una canción.
Algo en su interior le decía que no sería la primera vez que veía a ese hombre
misterioso llamado Cid. Después negó con la cabeza y subió a su chocobo.
-No lo sé… ¿Recuerdas el pálpito
del otro día?
-Sí, claro.
-Por algún motivo… se ha vuelto
más oscuro… -Dijo el dragontino, pero se giró a los demás. -¿Estamos listos?
Entonces marchemos hacia el Templo del Destello Eterno.
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