Capítulo 1: Caída y Despertar.
-¡Zorro! ¡¿Por qué me dejas aquí, zorro?!
Sollocé. Cada vocal que hacía eco en aquel lugar oscuro se me atoraba en la
garganta a causa de las lágrimas. Sentía mi pecho húmedo, caliente...mi corazón
latía a mil, pero no era por gozo, sino un profundo dolor que me cercenaba
tanto de adentro y afuera. La sangre fluía con lentitud y caía por todo mi
cuerpo.
-¡Zorro!
Le llamé de nuevo, aun resguardando esperanzas en alguna parte de mí ya
derruido corazón. No hubo respuesta, solo sus aullidos que, por la distancia
supuse que se alejaba cada vez más de donde me encontraba; pronto solo éramos
el silencio y yo, la única pareja en aquel pozo. Aguardé unos minutos, mis
pequeños ojos estaban atestados de agua salada. Con dificultades alcé una de
mis alas para poder secarme, pero la herida que me carcomía me lo impidió.
-¡Ay! –Me quejé, aspirando hondo sintiendo el punzante frío que me congelaba la
espalda. –Me duele mucho... Y aquí está muy oscuro, tengo miedo.
Y me volví a echar a llorar, temblando. En eso, la imagen majestuosa de mi
abuela, la anciana y sabia halcón apareció entre las brumas de mi
inconsciencia. Ella me lo había advertido: "El zorro solo quiere ganarse
tu cariño, tu amor y tu confianza para arrebatarte el tesoro que el Fénix te ha
confiado. Mi niña, no vayas a las tierras del zorro... Puede ser una
trampa."
-Qué razón tenías, abuela... –Me susurré a mí misma, sintiendo que me faltaba
el aire al sentir de nuevo como las punzadas que provocaron las fauces del
zorro hacían mella sobre mi piel herida. –Perdóname por haberte desobedecido.
Estoy tan arrepentida... Sé que cuando sepas que he venido al reino del zorro
sin tu permiso te avergonzarás de mí… no me quitó el tesoro pero por ello ya he
pagado… mi Papá Buitre tenía razón… soy una desgracia para la familia…
Intenté girarme de nuevo atacada por una crisis de lagrimones e hipos. Si
seguía boca arriba acabaría por ahogarme. Chasqueé mi pico y con terribles
dolores pude ponerme de lado; así las lágrimas comenzaron a fluir más
ligeramente hasta caer sobre el helado fondo de piedra. Mi ahora cama, mi ahora
tumba… Lloré y lloré… nadie sabe en donde me encuentro ahora y pronto moriré… Hubo
un momento que dejó de importarme, tal vez si moría de una buena vez, dejaría
de sentir pronto lo que me estaba desgarrando por dentro. Al pensar esto me
pareció escuchar una cruel carcajada que resonaba cerca de mis oídos. Reconocí
a quien pertenecía… ya muchas veces antes la había escuchado… antes me daba
mucho miedo… mi madre, la paloma, me había protegido de ella con sus hermosas y
puras alas blancas cuando una vez caí enferma y en otra ocasión cuando un
hermoso oso me pisó sin querer y me hizo mucho daño.
-Mamita… ¡Ven por mí!
Pero, mi mamá ahora no estaba… ni el águila, ni el cardenal… mis hermanos.
Estaban a cientos de kilómetros lejos. De nuevo, todo volvió a ser oscuro y sin
sentido.
-Quiero que acabe de una vez. –Pensé en voz alta después de una pausa entre mis
sollozos, dispuesta a dejarme llevar por la dueña de la risotada. –Quiero que
me lleves…
La risita sardónica volvió a cobrar fuerza. Entre los nubarrones de mis ojos,
perdidos en algún punto de aquel tétrico pozo, me pareció ver que se
materializaba una figura que vestía una vaporosa túnica negra, tan negra que se
confundía con las paredes pero su piel blanca daba mucho contraste a la
oscuridad. Unos ojos cincelados y bonitos se hicieron presentes y me miraron
con cierta alegría y malicia. Puedo asegurar que estaba contenta por verme y
más… por llevarme….
-Pequeña Golondrina… -Me llamó con un dejo gélido haciendo a un lado sus largos
cabellos azabache. -¿Lo ves? Te dije que no podías enamorarte de alguien
diferente a ti. Hubieras sido buena pajarilla y hubieras ido conmigo cuando oso
te aplastó… así no estarías lamentándote de nuevo…
-Qué mala eres, señora. –Sentía de nuevo, como a través de esas palabras me
volvía a romper por dentro. –No soy una piedra, un ser sin alma… -Mis ojos se
pusieron de nuevo rojos. –Quise creer que todavía existía una luz para mí…
La mujer hizo una pausa. Noté que en una de sus manos portaba una guadaña.
-Claro, aún hay luz… la que guía tu camino al otro mundo, Golondrina. –Al decir
eso, se acercó a mí a paso seguro. Alzó su guadaña y con la punta de la misma
hurgó la herida que mal formaba mi pecho. Sentí que de nuevo la carne se me
abría.
-¡Ay! –Me quejé, pero mi dolor iba más allá de lo meramente físico, en realidad
no me estaba haciendo daño. –Si me va a matar, señora, no demore… hágalo ahora.
-Paciencia, mi pequeñita. –Sonrió ella mientras deslizaba la afilada hoz pero
ahora sobre mi garganta. –Antes me gustaría escuchar tu hermoso trino, por
última vez… una vez más. Además sabes que yo no mato. –Extendió su blanca mano
como la nieva en dirección dirigida a mí, su sonrisa desapareció. –Solo te
guiaré a un mundo mejor. Ahora, no luches, acepta este designio y déjate
llevar… canta mi avecilla…
Suspiré con tristeza. Era verdad… Tanto peleé para nada… Cerré mis ojos con
fuerza y los volví a abrir pero esta vez dirigiendo mi vista hacía donde estaba
el cielo. Quería ver por última vez un rayo de luna o de sol... Otra decepción…
la salida de aquel foso estaba lejos de donde estaba postrada, apenas se veía
un punto minúsculo y grisáceo por encima de mi cabeza.
-Hay nubes. Esta noche lloverá, Golondrina. –Dijo la Muerte apenada. –Ellas
llorarán por ti en lugar de tu familia, en lugar del zorro que ya ha ido en
caza de la garza…
Astillas de dolor seguían incrustándose en mi corazón como afiladas cuchillas.
Volví a respirar hondo, me acomodé con esfuerzo para tener una mejor postura y
comencé a emitir algunos trinos pero solamente pude cantar algunas notas
tristes, descompuestas, sin vida… mis últimos cantos, mi último adiós…
Era natural, estaba más ya muerta que viva… la tristeza absoluta me cegó. Hice
algunos intentos más pero ahora solo balbuceaba el aire, pronto ya no hubo
ningún sonido. Sin quererlo, mi forma como Golondrina también se desvaneció.
Cuando me di cuenta tenía la forma de una muchacha, de cabellos como la
obsidiana, con desnuda piel morena, descalza y con una enorme herida sangrante
que me cortaba desde el pecho hasta el cuello.
-Mi voz… -Me agarré el cuello, palpándolo con una de mis manos. Mi desolación
fue mayúscula.
-Los colmillos del zorro te desgarraron entera, mi niña. –La Muerte suspiró
mientras se arrodillaba frente a mí y me acariciaba los cabellos explicándome. –Le
hubieras entregado el tesoro que con tanto recelo has guardado desde que
naciste. No estarías sufriendo así…
-Iba a dárselo. –Agaché mi cabeza mientras que abrazaba mi cuerpo con mis
propios brazos. –Pero al final… me di cuenta que no le correspondía a él
tenerlo… él no era el indicado para mí… por eso se enfadó conmigo…
-¡Que estúpida eres! Con razón te traicionó y fue a buscar a alguien quien si
satisficiere sus deseos. Carne fresca y nueva. Pobre Golondrina vieja… así el
zorro te llamó.
Intenté hacer caso omiso al comentario de la dama quien dejó de acicalarme el
pelo y se levantó, la escuché dar unos pasos, pero no supe hacía a donde.
“Ella dice la verdad.” Los labios me temblaron con mucha melancolía. “Ya no
puedo ni cantar… ya no me queda nada”. Apreté fuertemente mis párpados y me
recargué en la pared sin dejar de rodear mi silueta con mis brazos. Otro soplo
de viento frío me heló entera y mis pies comenzaron a sentir que un flujo de
agua los cubría. Eran mis lágrimas que ya habían formado un charco. Ya no
quería seguir llorando, pero mis pupilas no me obedecían, los párpados me
ardían. ”Ojalá ya acabe esto, si no, lloraré y lloraré hasta ahogarme. Llenaré
este pozo si no me muero ya”.
Pronto mi cabeza comenzó a darme vueltas; me sentí muy mareada. Sentí que de
nuevo caía en una infinidad de círculos de dolor, sin principio y sin fin. La
sangre seguía fluyendo… Volví a escuchar la risa de la Muerte, entonces supe
que mi hora había llegado pues sentí una honda pesadez, ya no podía mover ni un
músculo, la respiración se me cortó mientras me seguía vaciando. Después… caí
en un sueño del cual no quise despertar… mejor esto que continuar dentro de
esta pesadilla.
“Adiós” fue lo último que alcancé a pensar, antes de que mi alma expirara. Y al
hacerlo escuché el maullido de una gata seguido de un sordo lamento…
No supe que pasó, que ocurrió ni cuánto tiempo había transcurrido… pero a mis
oídos llegó el repiqueteo de algo… al principio no me di cuenta de que se
trataba. Entre la niebla de mi confusión y delirio me parecía que escuchaba que
me llamaba…
-¿Abuela? –Me pregunté mientras intentaba abrir mis ojos. Imposible, los párpados
parecían piedras pesadas que se negaban en separarse.
El repiqueteo siguió sonando, retumbando con suavidad pero con suficiente
fuerza como para despertarme.
Intenté desembarazarme de la pesadez que me embriagaba así que comencé a
moverme… sabía que debía hacerlo, algo o alguien me incitaba a intentarlo. Era
extraño… yo ya no tenía ni la mínima voluntad en querer salir de mi letargo
pero por esa razón ajena a mí me pedía, me suplicaba que lo hiciera… una vez
más, un momento más… pero… ¿Por qué yo que ya lo había perdido todo?
Estaba a punto de dejarme vencer de nuevo pero, antes de claudicar escuché algo
que hizo que mi corazón palpitara de nuevo… ya no eran los tañidos esta vez si
no una voz que no pertenecía a nadie quien yo conociese o al menos que recordase
pero que me sonaba familiar…
-Golondrina… señorita Golondrina… ¿Eres tú?
-¿Eh?
-¿Eres tú, señorita Golondrina? –Repitió la voz, paciente.
- Si… soy yo. –No sé cómo pude responder si tenía la garganta hecha añicos. –¿Quién
eres tú?
Se escuchó un suspiro ronco antes de responder. Parecía que se esforzaba en
hilar frases pero habló pronto con sabia naturalidad.
-Soy el único Dragón de Plata que surca las tierras de Xián. Nos conocimos hace
ya mucho tiempo atrás. –Dijo en voz queda, que me pareció tan triste como yo.
Me quedé callada un momento. No veía casi nada pero caí en cuenta que, gracias
a una débil fuente de luz que llegaba del exterior, pude adivinar las formas de
un ser gigantesco postrado a un lado de donde me encontraba yo y que por un
pelo, si se movía un poco más me hubiera aplastado. "¿Cómo llegó
aquí?" me pregunté.
-¿Cuál de todos los Dragón de Plata de Xián? –Dije luchando por salir de las
brumas de la confusión. Estaba atontada mirando hacia arriba buscando la luz y
hacia las sombras que daba su figura. No me di cuenta que hablé con un tono de
niña boba y adormilada y que no había entendido del todo bien lo que, el que se
decía Dragón, me había querido decir.
-¿Cuál ha de ser? –El ser, soltó de pronto una risotada que parecía que dejaba
de momento su tristeza atrás. –Te he dicho que soy el único Dragón plateado de
Xián. ¿Es que no me has puesto atención?
-¡Ah, perdona! -Dije ruborizándome y abriendo los ojos como platos. –¡Ya me
acordé! Es que estaba dormida y me atonto fácilmente. Te estaba confundiendo
con un Drako que anda por ahí y también conozco. Es que se escriben casi igual
Dragón y Drako ¿no? Bueno no… que distan mucho por una letra “g” en lugar de
una “k” y sobra una “n”… ¡Oh! Ando diciendo tonteras de nuevo…
El Dragón volvió a reír esta vez con ganas y yo, sin darme cuenta… también le
imité…
Continuará…